25 de mayo de 2009

Sri Lanka. Cuento de un civil tamil: Un infierno (Exclusiva MISNA)

Por
Misna. “Un infierno, no hay otra palabra que esta": es lo queda inolvidable en la cabeza y en los ojos al haber vivido bajo las bombas en Mullaitivu, entre los miles de civiles aterrorizados e indefensos.

Vinny (el nombre fue modificado por razones de seguridad) es un trabajador de una organización no gubernamental local tamil, que MISNA consiguió contactar y entrevistar a través de fuentes de la iglesia y fuentes humanitarias en Vavuniya: vivía y trabajaba en la región de Vanni cuando hace dos años empezó el ataque del ejército, y luego siguió a los desplazados en la ‘zona de seguridad’ en la playa de Mullaitivu, donde se quedó hasta finales de febrero cuando fue desplazado junto a otros heridos. “Con los ataques de aéreos (de la aviación militar), aún haciendo más muertos, por lo menos había el tiempo para escapar" dice a MISNA, al contar sobre los días en los cuales muchas decenas de miles de civiles huyeron a la playa de Mullaitivu, bajo barracas hecho con madera recuperada, objetivo militar de los combates de una y otra parte “antes de poder ver un jet, ya se escuchaba el trueno del motor: cuando mujeres y niños lo escuchaban empezaban a gritar y a huir donde fuera, sin parar”. Con estas trágicas ‘sirenas anti-aviones’ en los oídos “todos escapaban en las trincheras excavadas en la arena por debajo de las palmas. Pero las bombas incendiarias y las bombas en racimo causaron miles de muertos y heridos: y cuando los aviones se iban, muchos niños morían al encontrar y jugar con 'bomblets' (los mortales pequeños artefactos diseminados). El trabajador umanitario informa haber visto con sus ojos restos humanos quemados por napalm, bombas de fósforo blanco y otros elementos químicos prohibidos por el derecho humanitario internacional y por las convenciones de Ginebra: imágenes que son documentadas en algunas fotos. Crímenes de guerra sobre los cuales Colombo rechaza cualquier pedido internacional, así como rechazaba como infundadas las acusaciones del ejército de seguir utilizando armas pesadas a pesar del compromiso de no hacerlo para no comprometer a los civiles. “Cuando utilizaban la artillería” los ‘Tigres de Liberación de la Patria Tamil’ (LTTE, Liberation Tigers of Tamil Eelam) y el ejército “no había tiempo para huir: nos escondíamos como podíamos, esperando las breves pausas entre los disparos para tratar alcanzar las trincheras. Pero muchos murieron debido a disparos de cañones y bombas de fragmentación, el cuerpo lleno de los fragmentos de esas bombas”. Esos fragmentos golpearon también a los niños en los vientres de las madres: cuenta Vinny, quien todavía conserva la documentación fotográfica de éstos días, que en el hospital de emergencia en Putumattalan (que luego fue bombardeado, así como otras estructuras médicas) una mujer herida dio a la luz a un bebé con un fragmento de granada en la pierna: un niño afortunado, ya que otro, alcanzado de la misma manera a la cabeza, no sobrevivió. “Muy a menudo quedamos en las trincheras durante horas y horas –sigue contando el contacto-, días enteros, hasta cuando no paraban los disparos de la artillería: en aquellos momentos aún comer era difícil. En un cierto momento se tuvieron que hacer todas las actividades en las trincheras”. Luego había el hambre: “la comida enviada por el gobierno para los desplazados era totalmente insuficiente, por lo menos 13 personas murieron de hambre, y otras cinco se enfermaron por haber comido unas plantas venenosas. Todos éramos piel y huesos, sobre todo los niños. Las mujeres que habían tenido sus hijos tenían poca leche y en las ayudas alimentarias la leche en polvo para los recién nacidos no era suficiente" cuenta Vinny. Alguien atribuyó la razón de la escasez de la comida a las afirmaciones de Colombo, según las cuales los civiles atrapados eran tan solo 70.000: pero también para este número de personas la comida no habría sido suficiente, según las organizaciones humanitarias, y otros piensan algo peor todavía. Hoy que todos, o casi, huyeron de Mullaitivu, en los campamentos de desplazados hay por lo menos 280.000 personas (pero según Vinny eran por lo menos 330.000). La gente, que hasta aquel momento se había quedado para no abandonar a los hijos combatientes en los LTTE, a menudo como consecuencia del enrolamiento forzoso, empezó a tratar huir, bloqueada por los rebeldes y por el fuego del ejército. “Algunos murieron en el fuego cruzado –cuenta Vinny- algunos fueron golpeados o asesinados por los LTTE, algunos consiguieron huir por barco y atravesando la jungla, para luego terminar en los campamentos de desplazados de Vavuniya”. Cuando Vinny, gravemente desnutrido y herido, fue llevado a salvo, en Mullaivakal el último trozo de tierra por el que se luchaba, estaba a punto de desarrollarse la última y extrema fase de la batalla, aquella que las mismas Naciones Unidas definieron sin titubeos como "un baño de sangre”: según algunas estimaciones de la ONU fueron más de 7.000 los civiles que murieron desde finales de enero y más del doble los heridos, pero la opinión más difundida es que nunca vamos a conocer la cifra exacta.

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