10 de diciembre de 2012

Día de los Derechos Humanos

Por
El 10 de diciembre celebramos la promulgación de los derechos humanos. Como cristianos no podemos dejar de pasar por alto un día como estos, sobre todo en este año en que queremos celebrar el año de la fe. El seguimiento de Cristo y nuestra adhesión al Evangelio nos lleva a una fe comprometida, encarnada, con responsabilidad social (cfr. Porta Fidei, 9). La fe da sentido a las aspiraciones, búsquedas y luchas humanas. La fe existe en lo humano y se expresa a través de su totalidad, de forma que una fe que para expresarse tuviera que negar lo humano, no sería verdadera.
La defensa de los Derechos humanos es consustancial a la Iglesia. No en vano ella es y se autodefine Sacramento de Salvación y maestra de humanidad. Teológicamente adquiere para nosotros y nosotras una fuerte connotación porque en la Biblia los derechos del pobre aparecen especialmente como derechos de Dios, en consecuencia velar por los derechos fundamentales de las personas y defenderlos contra cualquier agresión es parte de la misión constitutiva de la Iglesia, y defender al pobre es reivindicar el verdadero rostro de Dios.
Fue en 1947 cuando se reunió por primera vez la Comisión de Derechos Humanos para redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta tarea se completó en un año y la Asamblea General aprobó el 10 de diciembre de 1948 la Declaración y desde entonces el 10 de diciembre se celebra anualmente el "Día de los derechos humanos".

NUESTRA PROPUESTA DE ORACION
PALABRA QUE ILUMINA: Escoger un texto y comentarlo:

1. Ex 3,7-12: “Dijo Dios a Moisés: He visto la aflicción de mi pueblo, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo. Los sacaré de este país y los llevaré a una tierra espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí. He visto la opresión a que les someten. Ve pues; yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo.
Moisés dijo al Señor: ¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los israelitas? Dios le respondió: Yo estaré contigo.”

2. Jn 10,10: Pues “para que tengan vida y la tengan en abundancia”

3. Lc 4, 16-24: “El Espíritu del Señor está sobre Mi, porque El me ungió; El me envió a dar la Buena Nueva a los pobres, anunciar a los cautivos la liberación y a los ciegos vista, a poner en libertad a los oprimidos, a publicar el año de gracia del señor. Enrolló el libro, lo devolvió al ministro y se sentó; y cuantos había en la sinagoga tenían los ojos fijos en El. Entonces empezó a decirles: Hoy esta escritura se ah cumplido delante de vosotros”.

4. Sínodo de los Obispos 1971: “La misión de la Iglesia, en cuanto comunidad religiosa y jerárquica, implica la defensa y promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana”.
“Si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no manifiesta su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente obtendrá credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo…Por tanto, conviene que nosotros mismos hagamos un examen sobre las maneras de actuar, las posesiones y el estilo de vida que se dan dentro de la Iglesia misma”.

5. G.S. 43: “Sabe la Iglesia que aún hoy día es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los mensajeros a quienes está confiado el Evangelio. Dejando a un lado el juicio de la historia sobre estas deficiencias, debemos, sin embargo, tener conciencia de ellas y combatirlas con máxima energía para que no dañen a la difusión del Evangelio”:

¿Cómo resuena este texto en mí?
¿Qué me sugiere?
¿A qué me invita?

LA REALIDAD EN CUANTO A DERECHOS HUMANOS: citamos realidades que violan los derechos de las personas.
1. MALALA YOUSAFZAI, BIBI AISHA Y OMAR FIDAI.
Tres nombres propios para tres historias con un nexo común: la privación de su infancia. También son tres protagonistas de una realidad compartida por unos 61 millones de niños (más de la mitad niñas) en el mundo en desarrollo.
Entre ellos, ha sido la historia de Malala la que ha vuelto a poner ante los ojos del mundo hasta qué punto el hecho de ser un niño en determinados países supone un riesgo cuando reclamas un derecho tan básico y esencial como es el de ir al colegio. «Tengo derecho a la educación, a jugar, a cantar, a ir al mercado, a que se escuche mi voz», escribía ella misma en su blog, todo un desafío en su país, Pakistán, donde los talibanes luchan contra la escolarización.
Un tiro en la cabeza fue el modo en el que intentaron poner fin a sus demandas pero, sin embargo, con él han generado el efecto contrario: miles de niños - y adultos - se echaron a las calles bajo el lema: «Yo también soy Malala». Lo hicieron pese a ser conscientes de lo que suponía ya que lo normal es que se vean obligados a dejar la educación ya que los militantes han terminado con cerca de mil colegios desde 2006 como parte de una campaña contra la educación secular. Pese a la gravedad de su ataque, ahora Malala se recupera en Reino Unido y cuenta con un amplio respaldo internacional.

2. DAOUDA
«¡¡¡Pues, en el trabajo, porque mi jefe está discriminando a algunas personas por su raza o por su nacionalidad...!!! No solo por eso, sino él quisiera que yo haga lo mismo, es decir, me quiere enseñar a discriminar personas... porque dice que es mi jefe, le tengo que escuchar, ¡y haga lo que el diga! ¡Sí, claro! La razón que tiene es que le tengo que escuchar con atención porque es mi jefe, ¡pero eso no significa que tengo que dejar que me quiten mi voz! ¡¡¡MI VOZ ES PROPIA Y NUNCA DEJARÉ A NADIE QUE ME LA QUITA, NI MI JEFE NI A NADIE!!!
Como muchas y muchos saben, trabajo en una discoteca, de relaciones públicas. Las fiestas, los eventos que organizamos en la sala los que trabajamos, como relaciones públicas, somos los que invitamos a la gente con nuestras ofertas. Entonces, ¿qué pasó anoche? Hemos tenido entrada gratis para chicas hasta las 1h 00, y chicos entrada 14 € por 3 copas ¡hasta las 2h 00! Yo, sabiendo la oferta, desde ayer por la tarde, he decidido empezar a hacer mi trabajo por vía Whattsapp...
Desde las 00h 30 empezamos a trabajar. En seguida los clientes empezaron a venir, todos habían entrado con la oferta sin ningún problema y a las 00h 50 me llamó una amiga, que venía con sus colegas (chica española con su novio africano, dos amigos: un español un senegalés, y dos chicas españolas; en total eran 6 personas) Les he recibido, les he acompañado hasta la entrada igual como los otros clientes anteriores. El portero, nada más ver el grupo mezclado con dos personas negras ha decidido que ellos no pueden entrar con la oferta.... Le pregunto por qué. Me dijo que se lo ha dicho el jefe, que lo ha intentado y que no les dejan pasar... dijo, si no se le echa, ¡la bronca después!
Cogí el móvil y llamé a mi jefe para saber cuál es el motivo exactamente. Salió mi jefe y se bajó conmigo a la oficina. Estuvimos más de 15 minutos charlando mientras el grupo está en la puerta esperando que les dejan pasar… En la charla, eso fue lo que me dijo mi jefe: "Daouda, yo sé que trabajas muy bien, pero aquí, en nuestra ambiente, no queremos latinos, no queremos negros si son "africanos", queremos gente gris y españoles guapos.... Sus criterios no eran decirme: “Daouda, no me trae gente mala o gente que no se porta bien”, etc. sino que pide que distinga las raza o la nacionalidad a la hora de invitar a la gente, y, desde mi punto de vista, ¡me parece injusto! Así que desde anoche perdí mi trabajo. Aunque, por otra parte, me siento bien por no haber aceptado estas condiciones ¡tan injustas!
¡Ojo! No es porque quiero exagerar la situación, si no es porque me parece grave en pleno siglo XXI, ¡y esto sigue pasando en nuestra sociedad...!»

3. ABDULLAI
El sábado 10 de noviembre, Abdullai estaba vendiendo fundas de móviles cuando vio que un grupo de policías se dirigía a identificar a otros manteros. Él recogió su material y salió de allí. Fue interceptado por un policía secreta local que lo agredió físicamente y le causó una herida que requirió puntos en la cabeza. Fue trasladado al hospital, impidiendo los agentes la entrada a familiares y amigos además de negar el acceso al parte médico. Ya desde allí, fue llevado a comisaría. Teniendo en cuenta que no es el primer caso de abuso policial que sufren los senegaleses y que es el cuarto de estas características en un mes y medio, los vecinos de origen extranjero se concentraron el pasado 11 de noviembre en el lugar de la agresión para decidir conjuntamente qué hacer frente al caso de Abdullai. Allí fueron rodeados por la policía y, a pesar de los ánimos exaltados, se impuso la calma y convocaron una concentración. Acudieron unas 50 personas del colectivo senegalés, además de miembros del movimiento 15M, asociaciones pro-derechos humanos y compañeros de sindicatos.
Tras la vista, que fijó el juicio para el día 12 de noviembre a las 10:55horas, Abdullai fue puesto en libertad, pero los agentes de la Policía Nacional lo detienen nuevamente para identificarlo y lo llevan a la comisaría para iniciar un proceso de expulsión.
Las personas solidarias con Abdullai se dirigieron hasta el lugar para presionar y exigir el respeto al procedimiento legal, así como su puesta en libertad.

4. LA CAÑADA REAL (Madrid)
En la Cañada Real Galiana de Madrid, el poblado de chabolas más grande de Europa, viven 50.000vecinos con la amenaza diaria de que les derriben sus casas.
Entre ellos, en el poblado de “El Gallinero”, residen más de 600 personas de las cuales 350 son niños/as que no tienen ni agua corriente ni una vivienda digna. Se encuentran en una situación de máxima pobreza, y el único progreso alcanzado en los últimos a los ha sido la escolarización casi completa de los niños/as.
La existencia de esta realidad es un síntoma del fracaso de nuestra sociedad. Por eso nos implica y nos interpela como vecinas y vecinos de un pueblo que quiere luchar por salir adelante.
¿Cuáles son los sonidos internos que escuchamos……silencio

Le Pedimos a Dios:
SALMO 71:
Antífona cantada (a elegir por la misma comunidad)
Oh Cristo en tus manos el Padre ha puesto todo poder;
en tus manos ha puesto la justicia para la historia;
conduce a tu pueblo escogido con justicia y equidad,
y a los humildes levántalos del polvo de la tierra.

Que de los montes, de lo alto, venga la paz para tu pueblo;
que la justicia descienda hasta el último rincón de tu Reino;
que los pobres, los oprimidos, los marginados tengan pan;
que los hijos de los pobres, los sin nada, tengan techo.
Señor Jesús, desenmascara al opresor, despójalo de su poder.

Que tu reinado de paz y de justicia dure tanto como el sol;
que tu reinado de amor y libertad dure como la luna;
que la justicia y el derecho caigan como la lluvia temprana,
y que, como rocío, el que tiene empape la tierra del desdichado.

Señor Jesús, que tu plan de salvación y liberación del hombre
se haga realidad entre los que duermen en el suelo y lloran de hambre;
que tu proyecto de redención y de bienaventuranza para el débil,
se haga presente y destruya las barreras que dividen a los hombres.

Tú has prometido liberar al pobre que suplica: ¡Libéralo, Señor!
Tú has prometido liberar al desdichado y al que nadie ampara,
Tú has prometido apiadarte del débil y del indigente: ¡Apiádate!
Tú has prometido salvar la vida de los pobres:¡Sálvalos, Señor!

Se repite la Antífona cantada
Libra de la opresión a los que son manejados como bestias de carga;
libra de la violencia a los que son derribados como animal en la selva;
rescata de esa vida donde el hombre camina hacia la muerte, a los “sin derechos”,
y que su sangre no sea más derramada en el barranco o en la sierra

Señor Jesús, que haya abundancia de trigo y maíz para el que nada tiene;
que haya carne y arroz, para el que su salario no alcanza para nada;
que haya el pan y la “tortilla” de cada día en cada mesa;
y que el niño y el hombre, la mujer y el anciano coman cada jornada.

Señor Jesús haz que la justicia se haga verdad entre los pueblos;
haz que los ricos no se contente con dar al pobre migajas,
que no muera más el hombre a causa de las naciones ricas poderosas
que gastan sus dineros en cosas, siempre en cosas, de las más caras.

Que el hombre nuevo, Señor Jesús, se comprometa en la lucha por la justicia,
para que la voluntad de tu Padre se haga realidad, aún esperada;
que la paz surja de los bienes compartidos entre todos, como hermanos
y los más débiles puedan levantar con fuerza la bandera blanca.

Líbranos, Señor de la justicia y la paz, del odio y la violencia;
líbranos de gritar los derechos del hombre con rabia;
líbranos de caer en la tentación de enfrentarnos los unos con los otros;
y sembrar nuevas barreras,
y matar lo que está vivo, y seguir en la venganza.

Abre el corazón del hombre, Señor Jesús, al poner todo en común
y entre todos, como un solo pueblo, caminar de manos dadas.
Que tu Espíritu de amor y comunión entre los hombres,
nos ayude, paso a paso, a hacer un pueblo unido en la alianza

Canción y vídeo: “Somos Luz” (Macaco) Oscuridad se despide hoy ya viene el sol(sol, sol)
Clarito de luna va casi sin voz, (sol sol)
una llamita que quemara no se apagara (sol,sol)
Me guiña el ojo, me dice vien y yo alla voy
somos luz, somos luz, somos... ( la oscuridad se despide hoy)
somos luz, somos luz, somos... (somos luz...)
somos luz, somos luz, somos... (y ahi en el sol)
somos luz, somos luz, somos... (somos oye)
La claridad me dice ya voy.
La sombra me mató mi voz,
sin ella estoy muda,
se enfria, se enfria,
se enfria el calor
Necesito el sol para cantar, necesito el sol para cantar, me dice ven
Somos luz, somos luz, somos... (la oscuridad se despide hoy)
somos luz, somos, luz, somos... (somos luz)
somos luz, somos luz, somos... (aki en el sol)
somos luz,somos luz,somos somos oye
Se despide hoy, se despide hoy como la Luz no pienses tomalalala y vences, tomala y vences (x2)
tomalalaaa tomalalaa la luz, tomalalalala tu luz
somos luz, somos luz, somos... (somos luz)
somos luz, somos luz, somos...
somos luz, somos luz, somos...

O Tambien esta canción:
“Yo vengo a ofrecer mi corazón” (Fito Páez)
¿Quién dijo que todo esta perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevo el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
No será tan fácil, ya sé que pasa,
no será tan simple como pensaba,
como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada del amor.
Luna de los pobres siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable,
yo vengo a ofrecer mi corazón
Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo y me darás algo,
algo que me alivie un poco más.
Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y hablo de países y de esperanza,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo de cambiar esta nuestra casa,
de cambiarla por cambiarla no más.
¿Quién dijo que todo esta perdido?
Yo vengo a ofrecer mi corazón

ORACION FINAL:
Dios, Padre y madre, tu eres el autor de la vida, abre nuestros corazones con tu Espíritu para que nos reconozcamos como hermanos y por lo mismo sujetos de todos los derechos propios de cada ser humano.
Enséñanos a valorar a quienes llamados por ti, son creados a imagen tuya, para que te adoremos en el respeto de su vida, en todas sus manifestaciones y podamos reconocerte a ti en ellos y entre todos hagamos de este mundo un mundo mejor, un mundo más habitable, más fraterno, más humano.
Por nuestro Señor Jesucristo…

FINAL: Leído entre todos/as
Sostenidos por la fe,
Comprometidos en la defensa de los derechos humanos,
Aguardamos “Unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia” (Cf. 2 Pe. 3, 13; Ap. 21, 1)

8 de diciembre de 2012

Retiro de Adviento

Por
SILENCIO, NOVEDAD Y ASOMBRO EN LA HUMILDE FAMILIA DE NAZARET

María Nely Vásquez Pérez, SAFA


Introducción

El adviento irrumpe con fuerza en nuestra vida con una gran inquietud que nace de lo más profundo de nuestro corazón: el deseo de mantenernos vigilantes y atentos a un Dios que siempre nos sorprende y nos desborda con la novedad de su palabra.
El activismo, la rutina, la superficialidad, los ruidos externos e internos, el racionalismo hermético, la desconfianza, los miedos... paralizan nuestra vida y no dejan espacio para el silencio que nos lleva a ir más allá de nosotros mismos y a encontrarnos con el Misterio que nos invade, trasciende y no deja nunca de asombrarnos. El adviento consciente de esta realidad tan nuestra, hecha de deseo, llega como novedad que intenta abrir los oídos del corazón, para dejar un espacio y lugar a lo que es más grande que nosotros.
¿Qué sucede en nuestra vida cuando nos llega un anuncio que nos desborda y no lo esperamos? ¿Qué hacemos cuando no lo podemos entender? ¿Somos capaces de permanecer en el silencio cuando la espera se hace larga y tensa? ¿Dejamos libertad a Dios para que, en su libertad, entre o no entre en nuestros esquemas? ¿Soy capaz de asombrarme ante situaciones que tocan mi corazón y llenan de sentido a mi existencia? ¿Cabe en mi situación actual algún margen para la novedad? ¿Qué novedad? Algunas preguntas que nos permiten darnos algunas pistas por dónde queremos avanzar en este tiempo de adviento.

Dejemos que hablen los protagonistas
En este retiro queremos contemplar a los protagonistas que vivenciaron aquel acontecimiento: José, María, Jesús. Ellos, en medio de la duda, fragilidad y pobreza, fueron capaces de dar un “Sí” confiado y total al proyecto de Dios. En su vulnerabilidad y humanidad, incluso en su duda, podemos vernos reflejados. Dejémonos que ellos nos revelen y contagien las claves de su silencio, novedad, asombro de lo que vieron, sintieron, palparon acerca del Misterio hecho carne.
1. El silencio confiado de José (Mt 1,18-25)
¿Cómo reacciona José ante la sorpresa del embarazo de María? El texto nos dice que su primera reacción fue repudiarla en privado pues no quiere difamarla ni hacerle daño: piensa que es mejor resolver las cosas en secreto. Así lo tenía planeado. ¿Qué pasa cuando el ángel del Señor se le aparece en su sueños y le dice que todo esto que está pasando es obra del proyecto salvífico de Dios? Mas aún, “cuando José despertó hizo lo que el ángel del Señor le había mandado”. En el caso de este anuncio, no hay diálogo con el ángel. No hay argumentos para convencer, ni objeciones con qué replicar. Sólo hay silencio de Dios y silencio en José. El silencio frágil de José ha entrado en un Silencio grande y fiel de Dios. Lo ha hecho sin palabras. El silencio de Dios habita en el ser de José y por eso es capaz de dar una respuesta confiada.
La confianza de José es una confianza callada; son sus gestos y actitudes los que hablan, las palabras sobran. Ahora decide acoger a María como su esposa porque su misión es colaborar con el proyecto de Dios, desde el silencio y sin protagonismos. Actitud poco habitual en nuestra época. José nos enseña que una obediencia confiada es mucho más que una mil argumentos y razonamientos que buscamos para salir con nuestros planes y proyectos.

* ¿Qué silencios me pueden ayudar en este adviento para dar una respuesta confiada y fiel al Señor que me está cambiando los planes?
* ¿Cómo cuidar el silencio, la soledad que me abre a Dios de una manera diferente?
* ¿Qué realidades estoy viviendo que me mueven a reaccionar como José, en una obediencia callada y confiada?

2. La novedad del anuncio suscita una respuesta: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38)
De todas las muchachas de Nazaret, Dios se dirigió de un modo particular a María, una jovencita de catorce años. María no tiene idea del anuncio que Dios le va a pedir: a esa edad lo normal es que Dios deje en libertad para elegir su opción de vida ¿Por qué cuestionamos la singularidad con la que Dios nos trata? ¿Por qué nos empeñamos tanto en sacar a toda fuerza nuestros propios planes y proyectos? ¿Acaso no es capaz de hacer lo que él quiere con nuestras vidas cuando le decimos que queremos hacer su voluntad?
A diferencia de José, que se abandona en silencio al plan de Dios, María pregunta por el significado de las palabras que el ángel le transmite: ¿cómo será todo esto posible? ¿Qué hacemos cuando no entendemos algún mensaje, misión, cambio de plan… que nos llega de sorpresa? La tentación más grande es buscar razonamientos o refugiarnos en nuestros miedos. Sin embargo, María decide entrar en silencio y soledad delante de Dios, soledad ante José, soledad ante su propia gente. Se expone a la sospecha y qué dirán de todos. Tampoco busca la opinión de psicólogos/as, directores espirituales, amigos/as. Ella cree que vaciando su corazón, “Sólo Dios” puede habitarle, sostenerle. En esa soledad habitada, acoge la palabra como novedad, asombro, que suscita en ella una respuesta inmediata: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. El silencio habitado de María le hace pronunciar su propia palabra, una palabra de calidad. De esa soledad brota sorprendentemente una solidaridad eficaz, entrañable, distinta y más honda: “Inmediatamente se puso en camino y fue a visitar a Isabel. Su reacción de asombro lo expresa cantando humildemente el Magnifícat.

* ¿Estoy abierta a que la novedad de la Palabra pueda suscitar en mí un cambio de rumbo en mi vida, una respuesta diferente?
* ¿Dónde busco sostenerme en momentos de desconcierto, duda, vacío?

3. Los pastores se llenaron de asombro al ver al niño acostado en un pesebre (Lc 2,8-20)
Y Dios nos sigue sorprendiendo y desconcertando... La Palabra dirigida a José, María, se hace carne, toma rostro humano, se aproxima a nosotros, suscitando admiración y asombro. Imaginémonos las miradas radiantes de los presentes que rodean el pesebre. Todos contemplan el Misterio lleno de ternura y bondad. La gracia de Jesús irradia belleza y bondad, no hay palabras, hay silencio en la noche de paz, noche de amor. Se oye la brisa del viento y el crepitar de los grillos en la noche silenciosa y oculta. El Misterio habla, todo queda en suspenso, sólo hay contemplación. La noche se ilumina porque nace la vida. Todo está bañado por la gracia y resplandor de luz que brota desde el pesebre donde reposa el niño. La claridad irradia la noche, el Misterio se deja ver, sentir, tocar. En medio de la oscuridad resplandece la vida. Los pastores están llenos de asombro al ver al niño. Sus ojos se mantienen inmóviles ante el misterio. María en silencio guarda todas estas cosas en su corazón (Lc 2,1-19).
La creación está en armonía porque la paz de Dios inunda la tierra. El niño revela la gloria de Dios. No es la gloria de un rey poderoso, ni de un rey fuerte. Es la gloria de un Dios que se hace niño, que revela inocencia, bondad y ternura. La Luz brilla en Jesús y se hace evidente por sí misma. El cielo canta: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres en quiénes él se complace”. Es el gozo de gloria de Dios que acontece en la vida de los hombres y mujeres, suscitando silencio, novedad, asombro.

* ¿Qué es lo que hace luminosa mi vida y qué es lo que la oscurece?
* ¿Soy capaz de creer, asombrarme, que la liberación me llega a través de la fragilidad y vulnerabilidad de un niño?

7 de diciembre de 2012

Testimonio de las Contemplativas

Por
La Vigilia de La Inmaculada se celebra con gran solemnidad.
Un grupo del equipo preparatorio de una parroquia, nos han pedido a las contemplativas que les enviemos un testimonio de nuestra vida, de toda vida contemplativa y queremos compartirlo con toda la Familia. Dicho testimonio, servirá como introducción al primer misterio del rosario: La Resurrección del Señor.

Testimonio de las Contemplativas
La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado! Los misterios gloriosos alimentan en los creyentes la esperanza del cielo, hacia el cual se encaminan como miembros del pueblo de Dios peregrino en la Historia. Esto nos impulsa necesariamente a dar un testimonio valiente de aquel gozoso anuncio que da sentido a toda nuestra vida. Porque quien ha “visto” ha Cristo Resucitado, se llena de alegría y recibe la capacidad de anunciarlo gozosamente a los demás.
Desde nuestra vocación contemplativa en la Iglesia, vida de fe, esperanza y amor, corremos al encuentro del Señor Resucitado para anunciarlo a todos los hombres y mujeres con el grito silencioso de una oración incesante en intercesión permanente por el mundo entero. Nos sabemos llamadas y urgidas a dar la vida, como María mujer de fe, en la profunda y serena alegría de pertenecer a Dios totalmente, conscientes, también como Ella, de la pobreza que tenemos, pero igualmente sostenidas por el don que recibimos. Llevamos este tesoro en vasijas de barro; el Amor divino acontece en nuestra fragilidad.
La contemplación del rostro de Cristo nos mantiene en adoración continua para ser transparencia de su Amor no sólo en los momentos de oración, sino también en el trabajo diario. Nuestras comunidades también acogen con sencillez y discreción a cuantos buscan al Señor en el silencio. Como nos decía Juan Pablo II, nuestros monasterios son comunidades de oración en medio de las comunidades cristianas a las que prestan apoyo, aliento y esperanza. Experimentamos constantemente en la fe, la fecundidad de nuestras vidas. Nuestros hermanos, los hombres y mujeres, sabiéndolo o no, tienen hambre y sed de Dios. Lo constatamos en todos aquellos que se acercan a nuestros Monasterios. En esta Vigilia de la Inmaculada, compartimos con todos vosotros uno de los muchos testimonios que recibimos de ellos: “…a partir de ahora mi vida se divide en dos: antes de estar en el Monasterio y conoceros, y después de ello. Por eso quiero expresar mi profunda gratitud a Dios y a vosotras comunidad orante…”
Como en María, Dios hace maravillas en cada uno de nosotros. La fiesta de la Inmaculada, dentro de la dinámica del Adviento, nos dice que lo realizado en María por pura gracia de Dios, es el plan de Dios en cada uno de nosotros. En Ella lo hizo desde el principio, en nosotros desde el bautismo. En María, victoriosamente, pero no sin dolor y con pruebas; en nosotros mediante un proceso de conversión.
María, desde el silencio de la fe, mora en Dios y se convierte en morada de Dios, en Madre de Dios. Es presencia humilde, toda ella es escucha, acogida plena al plan de Dios y desde esta apertura puede decir en abandono confiado: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Como María, nuestra vida está escondida en Dios por el recogimiento y la oración, es una vida de inmolación por la práctica de la obediencia, de la renuncia a nosotras mismas y de un celo lleno de ardor por la salvación del prójimo.
Ante el gran reto de la nueva evangelización, como miembros de un Cuerpo vivo, nos sentimos responsables de la suerte de tantos cristianos que han perdido la fe, y de tantos hombres y mujeres que no creen. Poderoso es Dios para hacer resplandecer la gloria de Cristo resucitado en el rostro de la Iglesia orante, y convertirla en un signo elocuente de su presencia en el mundo, así como de su amor personal por cada ser humano. “Porque para Dios nada hay imposible”.

6 de diciembre de 2012

EL EVANGELIO COMO NUEVO COMIENZO

Por
"El Concilio Vaticano II nos ha recordado que, a lo largo de los siglos, el Evangelio es en todas las épocas el que hace vivir a la Iglesia. Estas son sus palabras: "El Evangelio es, en todo tiempo, el principio de toda vida para la Iglesia" (Lumen Gentiumn 20). La fe no puede nacer ni ser transmitida sin la presencia viva del Evangelio. Hemos de creer más en su fuerza regeneradora. Nada puede revitalizar hoy la fe de los cristianos tanto como la experiencia directa e inmediata del Evangelio.
Hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Un lugar humilde y frágil en estos momentos, pero un lugar donde se cuida, antes que nada, la acogida del Evangelio. Hemos de instaurar tiempos y espacios para recorrer juntos los relatos evangélicos. Reunir a los creyentes, a los menos creyentes, a los poco creyentes e incluso a los increyentes en torno al Evangelio de Jesús. Darle al Evangelio la oportunidad de que despliegue su frescura y su fuerza salvadora penetrando en nuestras vidas con sus problemas, crisis, miedos y esperanzas. Crear las condiciones para que el Evangelio irrumpa en nuestras comunidades.
Hemos de captar bien que los evangelios son relatos de conversión. No solo narran el camino abierto por Jesús, sino que lo hacen para engendrar fe en Jesucristo. Son relatos que invitan a entrar en un proceso de cambio, de mutación de identidad, de seguimiento del reino de Dios. En esa actitud de conversión los hemos de leer, meditar y compartir en las comunidades crisitianas.
El contacto con el Evangelio puede ser así el comienzo de una nueva identidad cristiana. Jesús, narrado en los evangelios, nos enseña a vivir la fe, no por obligación, sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como un deber, sino como discípulos y seguidores seducidos por él. Al contacto con su Evangelio aprendemos su estilo de vivir y descubrimos formas más humanas y evangélicas de pensar, vivir, celebrar y contagiar nuestra fe. Con los ojos fijos en Jesús podemos caminar en los años venideros hacia un nivel nuevo de existencia cristiana más inspirada en él y mejor motivada para servir a su proyecto del Reino de Dios"
J. Antonio Pagola

5 de diciembre de 2012

Fallece Mª Luz Valero

Por
Desde el Comité Nacional de Asociados Laicos, queremos comunicaros la muerte de la Asociada Laica del grupo 1 de Málaga Mª Luz Valero. Nos unimos en oración a todos sus familiares, seguros de que ya está gozando del amor y la presencia plena del Padre.

2 de diciembre de 2012

Indignación y esperanza

Por
2 de diciembre de 2012
1 Adviento (C)
Lucas 21,25-28. 34-36

Una convicción indestructible sostiene desde sus inicios la fe de los seguidores de Jesús: alentada por Dios, la historia humana se encamina hacia su liberación definitiva. Las contradicciones insoportables del ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir nuestra esperanza.
Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día la creación entera dará "signos" de que ha llegado a su final para dar paso a una vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender.
Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra en los "acontecimientos cósmicos" que se puedan producir en aquel momento. Su principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez ante ese horizonte.
El final de la historia no es el caos, la destrucción de la vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos caminando hacia el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos "Dios".
No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El "último día" no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas resume el pensamiento de Jesús con estas palabras admirables: "Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación". Solo entonces conoceremos de verdad cómo ama Dios al mundo.
Hemos de reavivar nuestra confianza, levantar el ánimo y despertar la esperanza. Un día los poderes financieros se hundirán. La insensatez de los poderosos se acabará. Las víctimas de tantas guerras, crímenes y genocidios conocerán la vida. Nuestros esfuerzos por un mundo más humano no se perderán para siempre.
Jesús se esfuerza por sacudir las conciencias de sus seguidores. "Tened cuidado: que no se os embote la mente". No viváis como imbéciles. No os dejéis arrastrar por la frivolidad y los excesos. Mantened viva la indignación. "Estad siempre despiertos". No os relajéis. Vivid con lucidez y responsabilidad. No os canséis. Mantened siempre la tensión.
¿Cómo estamos viviendo estos tiempos difíciles para casi todos, angustiosos para muchos, y crueles para quienes se hunden en la impotencia? ¿Estamos despiertos? ¿Vivimos dormidos? Desde las comunidades cristianas hemos de alentar la indignación y la esperanza. Y solo hay un camino: estar junto a los que se están quedando sin nada, hundidos en la desesperanza, la rabia y la humillación.

José Antonio Pagola

Cuando el otoño tiene rostro anciano

Por
CARTA SEMANAL DEL ARZOBISPO DE OVIEDO. 25 DE NOVIEMBRE DE 2012
Son días de neblinas mañaneras que llegando la tarde se antojan para dar un paseo, como dice el refrán. El otoño es una estación del año que nos recoge en los adentros, nos eriza con nostalgia los recuerdos, y nos permite saber y saborear las cosas verdaderamente importantes de nuestra vida. Sin duda que tiene magia mágica ver nuestros bosques y parques tan desnudos de hojas que se nos alfombran, y tan vitales en el secreto escondido de sus mejores raíces.
La vida humana tiene también sus estaciones cada año, pero diría más: la vida sabe de estaciones a lo largo de su biografía. El pequeñín que nace, el joven que crece, el adulto que va haciendo síntesis, el anciano que se recoge. Toda una historia llena de fechas, de nombres, de circunstancias que han ido poniendo lo más hermoso y noble, así como no faltan tampoco las cosas tristes y olvidadizas.
Hace unos días, Benedicto XVI ha visitado una casa de ancianos. El gesto ha sido precioso, sus palabras amables y llenas de sabiduría. Pero sobre todo, me ha impresionado que haya querido presentarse ante ellos como un anciano más, sin ser un anciano cualquiera. El gesto y las palabras cobraban así un tono de confidencia, casi de complicidad. No hablaba el Papa de prestado, como quien sale al paso de algo que no le afecta. Hablaba Benedicto XVI de algo que también le corresponde. Vale la pena leer lo que a aquellos ancianos les ha dicho dejando un precioso testimonio de cómo él ve y vive esa misma condición desde una actitud cristiana.
Decía así el Papa: «Vengo como Obispo de Roma, pero también como anciano que visita a sus coetáneos. Es superfluo decir que conozco bien las dificultades, los problemas y los límites de esta edad, y sé que para muchos estas dificultades están agravadas por la crisis económica. A veces, a una cierta edad, uno se vuelve al pasado añorando cuando se era joven, se gozaba de energías frescas y se hacían proyectos para el futuro. De este modo, la mirada puede llenarse de tristeza considerando esta fase de la vida como el tiempo del atardecer. Pero esta mañana, dirigiéndome idealmente a todos los ancianos, aún siendo consciente de las dificultades que nuestra edad comporta, quisiera deciros con profunda convicción: ¡es bello ser ancianos! A cada edad es necesario saber descubrir la presencia y la bendición del Señor, y las riquezas que conlleva. No debemos aprisionarnos en la tristeza. Hemos recibido el don de una vida larga. Vivir es bello también a nuestra edad, a pesar de algunos achaques y alguna limitación. En nuestro rostro esté siempre no la tristeza, sino la alegría de sentirnos amados por Dios. No olvidéis que entre los recursos preciosos que tenéis está ese esencial que es la oración: convertíos en intercesores ante Dios, rezando con fe y constancia. Rezad por la Iglesia, también por mí, por las necesidades del mundo, por los pobres, y para que en el mundo no haya más violencia. La oración de los ancianos puede proteger el mundo. Sentíos amados por Dios y sabed llevar a nuestra sociedad, tantas veces individualista y pragmatista, un rayo de amor de Dios. Y Dios estará siempre con vosotros y con cuantos os sostienen con su ayuda y afecto».
Al final de la vida, en ese otoño de la existencia, seremos examinados sobre el amor. Pero si ese es el examen final, tenemos un examen parcial todos los días, en el atardecer de cada jornada que Dios nos da. Ojalá que sepamos salir airosos con fe, amor y esperanza. Es el otoño cotidiano que llena de ternura y paz nuestras entrañas.

Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

Domingo 1º Adviento

Por
2-12-2012
Monasterio de la Sagrada Familia, Oteiza de Berrioplano
Ramón Sánchez-Lumbier

Oyentes de la Palabra de Dios, creyentes en Jesucristo, avivamos la esperanza. “¡El Señor está cerca!”. Intuimos, sí, el clamor oculto de la creación y el ansia con que patriarcas y profetas esperaron la llegada del Mesías.
Dios es el único que colma verdaderamente la ardiente esperanza. En Jesús de Nazaret se han cumplido las promesas. Él es la mejor garantía de la fidelidad de Dios con toda la humanidad: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él… Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.” (Jn 3, 16-19)
La historia, entre logros y fracasos, supo realmente de sueños y trabajos por un futuro mejor. Cada uno de nosotros también tiene los suyos, mil interrogantes incluidos. No somos ilusos. Abandonar la fe en Dios, lejos de alumbrar una mejor humanidad, parece dejar a sus protagonistas sin puntos válidos de segura y eficaz referencia. ¿A dónde camina nuestra sociedad? ¿Qué “nuevo” mundo está surgiendo?
Lo que, ahora también, parece imposible se hizo realidad decisiva e incipiente en Jesucristo. Creer en él es tener ya “vida eterna”. Y, por él, podemos creer en el ser humano como lo quiere Dios. La fe en Jesús nos lleva a una paciente y serena convicción: aunque todavía no convivamos en libertad verdadera, en compartir solidario, a plena luz, en justicia y en paz, sabemos que sólo Dios puede darnos vida eterna y feliz. Nos corresponde velar en oración confiada y movernos en el amor de los hijos. Mientras esperamos la manifestación gloriosa del Reino de Dios, nuestro quehacer deberá tener el señorío de la Palabra de Dios. Atentos a discernir los signos de los tiempos, el Espíritu Santo nos impulsará a colaborar en la mejora del mundo.
La salvación es don y tarea. Antes que nada -ayer, hoy y mañana- obra de Dios. Él cuenta también con nosotros y nos enseña el camino. La salvación “se hace”, no desde la cumbre de la prepotencia sino con servicios generosos, aunque sencillos y ocultos. “Se hace” la salvación desde la propia entrega, en amor fiel que, no lo olvidemos, será “crucificado”. “Se hace” la salvación sólo por Jesucristo y por nuestra agraciada y creciente configuración con él. En “el año de la fe”, regalo de Dios, el mismo don de la fe nos emplaza, como Iglesia, a luchar contra el pecado y todo mal, sea cual sea su figura: idolatría, insolidaridad, corrupción, mentira, manipulación, afán consumista, poder aplastante, vulgaridad, indiferencia, egoísmo… Cada uno tiene que estar preparado y luchar en su “mundo”, según la vocación y los dones recibidos.
La Palabra de Dios ilumina y nutre nuestra vida: Jeremías exhorta a velar confiados porque el Señor cumplirá sus promesas: “suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra” (cf. 1ª lect.). El salmo nos mueve a levantar el ánimo ante el Señor, “bueno y recto”, pidiéndole nos instruya a los pecadores “en sus sendas” que son “misericordia y lealtad”: “haz que camine con lealtad; enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador”. Sí, “a ti, Señor, levanto mi alma”. El Evangelio, Buena noticia siempre, es hoy un clamor: “se acerca vuestra liberación”, “manteneos en pie ante el Hijo del hombre”. ¿Por qué temer, hermanas y amigos? “Tened cuidado”, eso sí. Que nada nos haga perder la cabeza, que nadie endurezca el corazón ni se desvíe en el camino de la fe.
Preparemos, pues, la venida del Señor compartiendo el apasionado deseo del Apóstol: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos… Y que así os fortalezca interiormente; para que, cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre” (cf. 2ª lect.). Fortalecidos interiormente. Somos hermanos en Jesucristo. Su Espíritu da a nuestras vidas hondura y sentido pleno, las puede hacer “rebosar de amor mutuo y de amor a todos”. Por ello, en la familia de los hijos de Dios, no podemos abdicar de la responsabilidad de la santa esperanza. El mundo la necesita y, si lo conociera en verdad, desearía creer en el Dios Vivo, el Dios de la Vida, del Amor y de la Paz.
Hermanas y amigos: para iluminar “desde fuera” y para fortalecer “interiormente” la esperanza, miremos a María, Virgen y Madre. Aprendamos de ella a orar desde el corazón, acariciando la Palabra de Dios. Que se nos haga “entraña”, que nos vaya transformando día a día. Hoy somos Iglesia expectante y orante, Iglesia en nuevo Adviento. Desde nuestra pobreza y vacío, desde el trabajo paciente. Abiertos a las promesas más generosas y eficaces, con vivos deseos de plenitud. A pesar de los que aplastan al pobre y marginan a los necesitados, a pesar de los falsos “pastores” que descarrían a sus pueblos, falsos agoreros y profetas de calamidades, ¡atrévete a esperar! Todo es posible al que cree. Estamos en camino. Unidos en la fe y el amor, esperamos al Señor, Mesías prometido y Salvador del mundo. Y le suplicamos: "¡Ven, Señor Jesús!".

28 de noviembre de 2012

VI FORO GLOBAL SOBRE MIGRACIÓN Y DESARROLLO

Por
Del 19 al 22 de noviembre se ha celebrado en Isla Mauricio el VI FORO GLOBAL SOBRE MIGRACIÓN Y DESARROLLO, cuyo tema es "la mejora del desarrollo humano de los migrantes y su contribución al desarrollo de las comunidades y los Estados".
Podéis acceder a su página web en inglés http://www.gfmd.org/en/ (podéis traducirlo con el traductor de google) y conocer cómo se han tratado los temas. Desde su inauguración en 2007, el Foro se ha convertido en el proceso intergubernamental más importante de este tipo que puede hacer frente a los complejos vínculos que existen entre migración y desarrollo. En el foro se ha trabajado a partir de tres mesas redondas con diferentes sesiones, poniendo en relación países de origen y países de destino de los procesos migratorios:
Como habréis podido comprobar los medios de comunicación apenas se han hecho eco de éste tema tan importante. Están demasiado preocupados por su crisis económica…
En las distintas mesas se habló de:

MESA 1: Protección y mejora de las condiciones de los trabajadores migrantes.
Sesión 1: Más allá de la frontera: Habilidades y Empleo para el desarrollo humano.
Sesión 2: Apoyo a migrantes y la migración como agentes de cambio socioeconómico

MESA 2: Planes del Desarrollo para los Gobierno que introduzcan los factores migratorios:
Sesión 1: Apoyando el desarrollo nacional a través de los procesos de integración de los migrantes. Perfiles migratorios y estrategias de reducción de la pobreza
Sesión 2: Abordar la migración Sur-Sur y las Políticas de Desarrollo

MESA 3: Gestión de la migración y protección a los migrantes para garantizar el desarrollo humano:
Sesión 1: Mejorar la percepción pública de los migrantes y la migración
Sesión 2: Protección a migrantes como parte integral de gestión de la migración
Sesión 3: La protección de las trabajadoras domésticas migrantes: Aumentar su potencial de desarrollo humano.

Como veis, los acontecimientos nacionales e internacionales nos van animando a poner nuestra sensibilidad y nuestras prácticas del lado de los últimos de este mundo

27 de noviembre de 2012

Ante el momento presente

Por
Comunicado de la CONFER
CONFERENCIA ESPAÑOLA DE RELIGIOSOS,
MADRID.

Los religiosos y religiosas de España, reunidos estos días en Asamblea General como CONFER y representando a la Vida religiosa española no podemos en estos momentos y en esta fecha sentirnos ajenos a lo que es un clamor popular de exigencia de justicia en nuestro país.
Lo queremos hacer como signo de solidaridad con tantas tragedias, cuyas lágrimas y angustias no son para nosotros anónimas, sino de rostros que conocemos bien, conscientes también de las ambigüedades en que muchas veces cae nuestra propia Vida Consagrada, y llamados, como todos, a la conversión personal sin la que no será posible un cambio social que ponga en primer plano los valores de la justicia y la solidaridad, la ética y la búsqueda del bien común antes que los intereses particulares y partidistas.
No podemos dejar de constatar, con enorme preocupación, el prolongarse angustioso de la crisis social y económica, que afecta cada vez a más sectores de nuestra sociedad. Nuestra vocación nos llama a ser testigos de la misericordia y el amor de Dios en el mundo, y por ello no podemos permanecer insensibles ante una sociedad que egoístamente ha desplazado a los márgenes a aquellos que para Jesús son el centro.
Tenemos que preguntar con libertad evangélica a los responsables de los asuntos públicos, cómo es posible que aun disponiendo de tantos medios económicos y técnicos, no han sido capaces de ordenar la vida común de un modo verdaderamente justo y humano, preguntar si se están repartiendo con equidad las cargas de la crisis, y si de verdad se esfuerzan por encontrar todos los recursos posibles y necesarios para remediar lo que ya son necesidades primarias como la comida, la salud, la vivienda, la educación, la cooperación al desarrollo de los países empobrecidos, etc. No podemos creer que la palabra “no hay alternativas” sea la última palabra de nuestro momento presente como si fuese ya el fin de la historia. Nosotros creemos en el ser humano porque creemos en el Dios de la esperanza como motor de la vida.
Nos unimos, pues, a todas las voces, angustiadas o indignadas, que claman, en el día de hoy y cada día, por una sociedad distinta, donde sean posibles la justicia y la misericordia.

MADRID, 15 de noviembre de 2012.

12 de noviembre de 2012

Hagamos un propósito

Por
Hagamos un propósito: Comprar los regalos de Navidad a pequeñas empresas y autónomos. La vecina que vende por catálogo o por internet, el artesano que hace bisutería, la amiga que tiene una tienda en el barrio, el pastelero que hace los turrones artesanos, el chico que tiene la tienda en el mercado... Hagamos que el dinero llegue a personas comunes y no a grandes multinacionales. Así, más personas tendrán una mejor Navidad. Si te parece una buena propuesta, copia y engánchala. Apoyemos a nuestra gente

11 de noviembre de 2012

Lo mejor de la Iglesia

Por
11 de noviembre de 2012
32 Tiempo ordinario (B)
Marcos 12, 38-44

El contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: "¡Cuidado con los letrados!", su comportamiento puede hacer mucho daño. En la segunda, llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.
Es sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.
La religión les sirve para alimentar fatuidad. Hacen "largos rezos" para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el fondo, solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles a las que deberían servir.
Marcos no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.
En la segunda escena, Jesús está sentado enfrente del arca de las ofrendas. Muchos ricos van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De pronto se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive mendigando junto al Templo.
Conmovido, Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta mujer, pues, aunque está pasando necesidad, "ha echado todo lo que tenía para vivir". Mientras los letrados viven aprovechándose de la religión, esta mujer se desprende de todo por los demás, confiando totalmente en Dios.
Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.
También hoy, tantas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender los presbíteros y obispos.
José Antonio Pagola

9 de noviembre de 2012

La Crisis, Desastre Humano

Por
DECLARACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y TEÓLOGAS JUAN XXIII

La Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, sensible a los dramas humanos que está generando la crisis, queremos expresar nuestra solidaridad con los sectores más vulnerables de la sociedad que sufren en carne propia las consecuencias de una crisis de la que no son responsables y compartir las siguientes reflexiones.
1.Después de cuatro años hablando y lamentándonos de la crisis económica, creemos que hay un factor fundamental de este patético problema, que, a nuestro juicio, no se ha valorado aún debidamente en su justa dimensión y en sus consecuencias, y sin el cual la crisis no tendrá remedio. Dicho factor consiste en que la crisis ha sido provocada, no sólo por la economía, sino, como componente muy decisivo, por la corrupción. Los desastres que está causando han sido motivados por el dinero y el capital, pero también, y quizá en mayor medida, por la falta de ética y la desvergüenza de quienes han tenido la mayor responsabilidad en este desastre.
2. Con razón se ha dicho que las creencias sociales se diferencian de las ciencias exactas en que las convicciones afectan a la realidad. Nuestra realidad social y humana está tan deteriorada porque ha nacido de convicciones perversas. Sobre todo, la convicción de que lo que importa en la vida es el lucro y la ganancia, el disfrute y el derroche, sin reparar en los medios ilícitos con los que eso se ha conseguido por personas y grupos influyentes, concretamente en el tejido social de nuestro país.
3. La consecuencia inevitable de este estado de cosas ha sido el triunfo de poderes y de pautas de conducta que nos está llevando hacia un modelo de sociedad desigual en el que un reducido número de ciudadanos goza de unos ingresos económicos y de unos derechos de los que carece el resto de la población. Pensamos que en esto se concentra el problema más grave que se nos plantea ahora. Un problema del que muchos de los ciudadanos no acaban de tomar conciencia, ya que un sector importante de la población confía en que España, y los países que estamos pagando las peores consecuencias de la crisis, se recuperarán de este desastre y volverán recuperar el estado del bienestar del que han disfrutado durante las últimas décadas.
Así las cosas, creemos urgente que la ciudadanía tome conciencia de que estamos ante el final de un ciclo cultural, político y económico. Los poderes públicos están poniendo las bases de otro modelo de sociedad, que las personas mayores recuerdan con espanto: el viejo modelo en el que un grupo de familias poderosas gozaban de privilegios económicos, educativos, sanitarios y legales, que no estaban al alcance de la gran mayoría de los españoles y de las españolas.
4. Al afirmar esto, creemos que lo más grave y peligroso, que se nos viene encima, además del hecho doloroso de que el desempleo crezca y se prolongue durante años, es que nos están quitando nuestros derechos fundamentales, al tiempo que la cultura, la educación y la sanidad se están convirtiendo en poco tiempo en privilegios de los pocos afortunados que pretenden dominarnos a los demás.
5. No es ajena a esta situación la pésima gestión de muchos políticos y la corrupción de algunos de ellos, que está produciendo daños graves a la democracia y generando descrédito de la misma en mucha gente.
6. Valoramos positivamente las manifestaciones y actitudes solidarias de algunos obispos. Pero, al tomar conciencia de esta aterradora situación y de este proyecto opresor, que se nos oculta intencionadamente mediante mentiras incesantes, nos preocupa especialmente el silencio de un sector importante de la Iglesia jerárquica o la postura condescendiente con las injustas medidas gubernamentales ante un estado de cosas que entraña tanto dolor e inseguridad en los individuos y en las familias, y tanta desesperanza ante el futuro incierto y grave que se nos avecina. Creemos que los obispos, en España y en Europa, están cometiendo el mayor escándalo de los últimos tiempos. Las religiones, y concretamente la Iglesia católica en nuestro país, siguen teniendo un peso de autoridad moral importante, que puede ser decisivo en asuntos que afectan de forma tan directa a la conducta moral de los ciudadanos y a la felicidad o la infelicidad de quienes peor lo pasan en la vida.
Callarse o hacer declaraciones tibias en esta situación es el peor “pecado de omisión” que ahora mismo se puede cometer. Estamos ante un escándalo que clama al cielo. No se puede comprender cómo nuestros obispos protestan por las cuestiones que afectan a la moral sexual, tal como ellos la entienden y la proponen, o por la defensa de sus privilegios económicos y legales, al tiempo que se muestran insensibles ante el sufrimiento de tantas personas que se ven obligadas a cargar con el yugo más pesado que los empobrecidos tienen que soportar. En esto se juega el ser o no ser de la Iglesia. Porque una Iglesia, cuya jerarquía guarda silencio o se expresa con una ambigüedad pretendidamente neutral ante una situación tan extremadamente grave, no puede ser la Iglesia que quiso Jesús de Nazaret.
7. Ante esta actitud de la jerarquía católica, gran parte de opinión pública considera que la institución eclesiástica se ha integrado en el sistema económico-político que se nos ha impuesto es parte del sistema, lo justifica, lo legitima, lo defiende y lo protege. Por eso, nos preguntamos: ¿Cómo se puede predicar el Evangelio de Jesús de Nazaret en tales condiciones? La Iglesia necesita una renovación a fondo y una recuperación evangélica. Cuando, en estos días, recordamos la figura ejemplar del papa Juan XXIII y el cincuenta aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, pedimos de forma apremiante:
- A los obispos, que las actitudes solidarias y las denuncias radicales contra los poderosos de nuestro tiempo se constituyan en criterio rector de nuestras vidas: la opción por los empobrecidos, la austeridad, la solidaridad con los marginados, la mesa compartida con quienes carecen del sustento diario, la compasión con los que sufren, la justicia y el trabajo por la paz, y que renuncien a los privilegios que les otorgan los Acuerdos de 1979m ya que les impiden impide optar por los sectores marginados.
- A las organizaciones cristianas de base, movimientos apostólicos obreros y algunas instituciones eclesiales de las diferentes tradiciones cristianas, que sigan trabajando solidariamente, como lo vienen haciendo, en favor de las víctimas de la crisis. Dichos colectivos cuentan con nuestro apoyo y nuestra colaboración.
-A los gobernantes de la Nación, de las Comunidades Autónomas y de los Municipios, que en el ejercicio del gobierno den ejemplo de honradez, respeto, tolerancia y defiendan la dignidad de las personas y la igualdad de derechos que establece nuestra Constitución, como los fundamentos básicos sobre los que se asiente la recuperación de nuestra sociedad.

Madrid, 19 de octubre de 2016

8 de noviembre de 2012

Caritas ha presentado su posicionamiento ante los recortes en la Ayuda al Desarrollo en los Presupuestos del Estado para el 2013

Por
Caritas trabaja en cooperación internacional desde su identidad de Iglesia por mandato específico de la Conferencia Episcopal y, como actor subsidiario en la cooperación internacional y el desarrollo social, asume también la tarea de promover políticas públicas que garanticen los derechos sociales para todas las personas, especialmente las más vulnerables. Con el mismo objetivo, Cáritas denuncia el incumplimiento de estas políticas, siempre desde la responsabilidad del anuncio y la propuesta comunitaria, como miembro de la Iglesia y testigo de esas realidades de injusticia.
Nuestro modelo de desarrollo, basado en una cooperación fraterna y en la acción de promoción de las personas, escoge preferentemente a las comunidades y personas más empobrecidas y excluidas del mundo, estableciendo con ellas unas relaciones de igualdad y reciprocidad (Directorio de Cooperación Internacional, p. 24), siempre a través de las Iglesias locales y las Caritas hermanas con las que trabajamos. Este modo de colaboración no encuentra sentido a que la cooperación se realice sólo cuando existen unas condiciones económicas favorables y que sea por tanto una cooperación donde se ofrecer lo que nos sobra.
Por eso, nos animamos a analizar la situación actual de la cooperación española en el marco del nuevo diseño de la Política de Cooperación Internacional, una política de Estado que debe garantizar el derecho al desarrollo de los pueblos –a través del cumplimento de los compromisos internacionales adquiridos– y, que, sin embargo, a través de los recortes de presupuestos destinados a este fin, pone en peligro los logros del Pacto de Estado contra la Pobreza (2007) y del Pacto Mundial por los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2000).
Desde 1970, con la petición del 0.7% del PIB dedicado al desarrollo de países más atrasados y con un amplio apoyo social desde los años 90 por parte de organizaciones sociales, sindicales, religiosas y políticas y otros movimientos de la sociedad civil, se han firmado, desde esos años hasta la fecha, 22 Pactos contra la Pobreza (5 Autonómicos, 2 Provinciales y 15 Municipales) y la AOD Descentralizada ejecutada en el 2009 ha llegado a 446 millones de euros (el 12,55 % de la AOD nacional). Esta cooperación descentralizada ha articulado otro modo de cooperación, desde lo horizontal, poniendo en comunicación el sur con el norte, creando y fortaleciendo espacios de ciudadanía allí y aquí.
Sin embargo, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en España en la Propuesta de Ley de Presupuestos Generales del Estado 2012 (PGE) desciende en 1.632 millones respecto al presupuesto de 2011, lo que supone una reducción del 45%. Si a esto sumamos los recortes presupuestarios que se han dado en muchas Comunidades Autónomas y Entes Locales, la reducción de la AOD está en niveles inferiores a 2005, alejando aún más a la cooperación española del objetivo del 0.7%, y situándose en el 0.20% de la Renta Nacional Bruta para 2013 (datos aportados por la Coordinadora de ONGD).
Además, sólo el 45% del total de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) estaría gestionada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación; el resto sería gestionado fundamentalmente por los Ministerios de Hacienda y de Economía, persiguiendo objetivos que no siempre sitúan a las personas como prioridad frente a mercados o intereses económicos.
Este dramático recorte pone en peligro el sistema de cooperación internacional actual y evidencia la falta de asunción de dichas acciones como políticas públicas de las Administraciones locales, provinciales y autonómicas y estatales. Además, provoca una discusión dura y cuantitativa en el plano económico, que nos aleja de lograr un cambio cualitativo en la cooperación internacional, debilitando los espacios y procesos de concertación de poderes públicos y ciudadanía, de debate para el futuro rol de la cooperación y del destino de los fondos públicos. Estas organizaciones no pueden quedar en ser meros ejecutores de partidas presupuestarias residuales, porque son actores clave de las políticas de desarrollo a la que han dedicado buenos esfuerzos para su mejorar, año tras año, el diseño de estas políticas públicas, fomentando la participación activa de la sociedad civil y fortaleciendo el propio Estado Democrático.
Finalmente, toda la sociedad, perderá la oportunidad de construir la visión de que un mundo más justo es posible y el Objetivo de Desarrollo del Milenio nº 8, “una Alianza mundial contra la pobreza”, formulado por la comunidad internacional en 2000 y respaldado también por España, queda debilitado (Martín Carretero, José M.: La Cooperación Española en Default. Economía Política de un recorte innecesario. Economistas frente a la crisis).
Junto a su trabajo de atención y promoción humana, y ante los recortes de la AOD Cáritas insiste en que es posible y necesario erradicar la pobreza y el hambre. Aún en la situación actual de crisis generalizada, no deberían existir diferencias en las condiciones de dignidad entre quienes viven en países empobrecidos y la ciudadanía española, cuando aquellos llevan décadas en crisis y permanente vulneración de sus derechos. Sus hijos, «como los nuestros, tienen el mismo sueño de felicidad al nacer” (Exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, Benedicto XVI, 19 mayo 2007).
Desde su confederación internacional, Cáritas alza sus voces contra la pobreza, siendo éste documento una de ellas para mostrar que es posible acabar con las inequidades que mantienen en la pobreza de millones de personas en el mundo. También, a través de nuestra campaña institucional por la austeridad y sencillez en la vida cotidiana se presentan oportunidades de abordar la transformación social necesaria en el Norte para que la brecha de la desigualdad, interna y externa, se reduzca.
Caritas atiende las necesidades básicas del ser humanos (salud, alimentación, educación…), considerando que también son derechos humanos fundamentales. La base de este enfoque, plasmado también en el Modelo de Acción Social, es la dignidad de la persona.
Creemos que el desarrollo es posible desde y con el Sur, aún con unos recursos limitados, pero con un compromiso continuado de acompañamiento, sin abandonar los procesos iniciados y convencidos de que esta participación es imprescindible para la solución a todas las crisis que nos inundan.
A la vez, creemos que la ciudadanía de norte tiene la responsabilidad y el derecho de participar en la planificación e implementación de los proyectos de cooperación, y de conocer con trasparencia el destino de los fondos económicos del Estado para este fin.
Así, ante los sucesivos recortes a los presupuestos del Estado destinados a la cooperación internacional, y fruto de la reflexión de la Confederación Cáritas Española en los ámbitos de trabajo de cooperación fraterna con las Cáritas del Sur.
Nos comprometemos a:
Continuar con el trabajo de sensibilización, anuncio y denuncia profética en nuestra labor de Cáritas
Impulsar el modelo de cooperación fraterna.
Ofrecer nuestra colaboración a los responsables políticos para reflexionar juntos y seguir construyendo procesos que nos lleven a realizar una cooperación de calidad, que no recorte las oportunidades de futuro de millones de personas que han confiado en nosotros.
Colaborar con los poderes públicos para que, a través de políticas adecuadas, y España se sume a la consecución del los Objetivos del Milenio.
Asumir y trabajar los compromisos que se trasladen a la Agenda Post 2015 con la misma convicción, coraje y voluntad de colaboración.
Mantener una actitud vigilante y propositiva sobre las políticas en materia de cooperación internacional.

Para que el desarrollo y la cooperación Internacional sean posibles, pedimos:
La creación de un espacio de diálogo apto para soluciones flexibles y efectivas ante la realidad cambiante: para ello necesitamos un mayor acercamiento a las instituciones responsables de la política de cooperación y la voluntad de seguir construyendo juntos esos caminos.
Un compromiso de cooperación a largo plazo dirigido a obtener un impacto sostenible a través de programas que surjan de planes locales, con la adopción de medidas efectivas para lograr la promoción y la fortaleza de la sociedad civil, considerando ejes fundamentales el empoderamiento y la participación.
El cumplimiento de los acuerdos internacionales adoptados en materia de cooperación internacional, sobre todo los relativos a los ODM y los que se trasladen a la agenda post 2015, para impulsar los procesos de desarrollo y restitución de derechos en los países del sur.
La inclusión de la sensibilización y la incidencia en los programas globales de solidaridad.
El incremento de la AOD hasta alcanzar el 0.7% del PIB de nuestro país independientemente de la situación política o económica de España.
Medidas políticas internacionales que eviten flujos económicos que provocan mayor empobrecimiento.
Una evaluación responsable y efectiva de lo realizado hasta la actualidad y, alternativas creativas, responsables y profesionales para afrontar y resolver la situación actual.

18 de octubre de 2012

Reunion Comité Nacional de Asociados Laicos

Por
Tras las vacaciones de verano, el Comité Nacional de Asociados Laicos vuelve a reunirse el pasado 6 de octubre con muchas expectativas y ánimo para empezar este nuevo curso y teniendo muy en cuenta sus responsabilidades y trabajos; como siempre el punto de encuentro fue en Dn. Ramón de la Cruz.
El punto fuerte del orden del día lo ocupó la preparación del próximo Encuentro de Animadores de los grupos y Hermanas Apostólicas acompañantes.
Aprovechamos para recordar a todos ellos, que éste evento se celebrará los próximos días del 16 al 18 de noviembre, en el lugar que viene siendo habitual, Dn. Ramón de la Cruz. Esperamos una asistencia masiva, pues ya sabéis de la importancia de estos encuentros para trabajar coordinados y crecer juntos.
Avanzó la jornada, con la visita de Pepe Pastor quien nos compartió su vivencia en la segunda fase del CONGRESO DE FAMILIA que se desarrollo del 17 al 23 de septiembre, además de la información de nuestro presidente, Eduardo Duro, sobre lo vivido en Martillac en LA ASAMBLEA GENERAL DE LAICOS SAGRADA FAMILIA del 25 al 28 de septiembre.
Desde el Comité Nacional queremos agradecer la hospitalidad y amabilidad de la comunidad apostólica de D. Ramón de la Cruz. Como conclusión de la reunión, la jornada de trabajo fue intensa pero también gratificante. Algo cansados y esperanzados volvimos a nuestros lugares de origen.
Saludos desde el Comité Nacional de Laicos para toda la Familia.

17 de octubre de 2012

NO PODEIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO

Por
UNA LECTURA PROFÉTICA DE LA CRISIS, INSPIRADA EN JESÚS.
José Antonio Pagaola

1. Atrapados en una crisis global
La historia de la Humanidad se encuentra en estos momentos atrapada por un sistema económico-financiero generado básicamente por el capitalismo neoliberal. Este sistema ha logrado imponer su dictadura prácticamente en todo el mundo, condicionando decisivamente el futuro de la comunidad humana.
No Podeis Servir a Dios y Al Dinero ENLACE VÍDEOS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA EN EL XXXII CONGRESO DE TEOLOGÍA

Carta Apostólica en forma de Motu Proprio

Por
PORTA FIDEI DE BENEDICTO XVI CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE
1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida.
Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1]. Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,[3]con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca»[5]. Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6]. Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.
5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».
Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.
8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.
9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza»[14]. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].
10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”»[17].
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor[18].
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre»[19]. Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial»[21]. Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.
En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.
12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad[22].
13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf.Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.
Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).
15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.

BENEDICTO XVI

25 años de asociado

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Último compromiso Pozuelo julio 2019

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