30 de enero de 2013

¡PAZ A LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD!

Por
JUAN YZUEL,Zaragoza.
ECLESALIA, 01/01/13

Vivimos tiempos muy recios, en los que se tambalean muchos de los valores en los que hemos fundamentado nuestras vidas como cristianos y como ciudadanos. Y llega la Navidad, con su eterno mensaje de paz y fraternidad: “¡Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad!”. Pero no nos engañemos: éste no es un mensaje ñoño. Es una declaración de principios muy importante: el Mesías viene para transformar el mundo.
La “buena voluntad” a la que aluden los ángeles en Belén se da por hecha en la mayoría de las personas. Tanto que parece un término puramente ecuménico, incluyente, algo que podríamos caricaturizar con aquella divertida expresión andaluza: “¡T’or mundo es güeno!”. Pero algunos filósofos, como Kant, la consideran una facultad moral muy importante, que consiste en actuar siguiendo unos rectos principios éticos con los que se es consecuente. La triste realidad es que hoy, como siempre, no todo el mundo se deja llevar por la buena voluntad o, bien, los principios morales desde los que actúan son erróneos. He aquí algunos ejemplos recientes.
La actual crisis económica, y las crisis sociales que ésta ha desatado, tienen nombres y apellidos. Han sido generadas por personas concretas que han incluido en su proyecto de vida el enriquecerse a costa de los demás. Vamos conociendo más y más casos de bancos, empresas e instituciones cuyos dirigentes no pensaron al actuar ni en el bien de su empresa, ni en el bien común, ni en cumplir las promesas ante sus electores. Sólo buscaron su beneficio personal, sin importarles los costes ni el sufrimiento humano que podrían generar. No hubo buena voluntad ni parece que la haya ahora: los desahucios son la cara más amarga y triste de toda esta historia.
En España se está aprovechando demagógicamente la grave crisis económica para plantear proyectos independentistas que van al revés que la historia y que pueden balkanizar tanto a España entera como a la propia sociedad que pretender mejorar separándola de las demás. Los pasos que se están dando generan una creciente polarización y crispación y están basados en una ideología nacionalista de carácter mítico. Por encima de su dimensión social y política está, para mí, esta dimensión cuasi-religiosa: la ruptura irreconciliable de la fraternidad en nombre de unas supuestas diferencias lingüísticas y culturales convertidas en ídolos, en dioses falsos a quienes se les da el corazón.
¿Y qué decir de la recientemente fracasada Conferencia de Doha sobre cambio climático? Un verdadero desastre que ni siquiera los que más se benefician a corto plazo han sabido presentar de forma eufemística. No ha predominado la buena voluntad. No hay liderazgo mundial en este momento que sea capaz de canalizar las enormes energías que el Planeta necesita hacia decisiones concretas que nos lleven a un modelo nuevo de vida, con todo lo que esto supone de cambios a nivel personal y político. No necesitamos calendarios mayas que nos lo anticipen: vamos hacia el fin de un determinado mundo que nos hemos montado y no hay vuelta a atrás. Llegaremos a él de buena voluntad o a empujones, los que nuestra estresada biosfera nos va dando ya.
Finalmente, tras la muerte de más una treintena de personas en Newtown, Estados Unidos, incluidos más de veinte niños, no hay tampoco voluntad de cambiar las cosas. Muchos nos preguntamos: ¿cuántos inocentes deben morir a manos de psicópatas armados para que la sociedad estadounidense se dé a sí misma leyes que comtrolen la posesión de armas? ¿Cuándo se darán cuenta en EE.UU. lo que todo el mundo sabe, que la posesión individual de armas no genera más seguridad, sino que la empeora? Pero hay grupos de interés muy poderosos que seguirán metiendo arena en los engranajes políticos para que nada cambie.
Al llegar la Navidad, nos unimos al coro de los ángeles. Ojalá en este nuevo año nos dejemos llevar todos de una buena voluntad basada en principios sólidos de amor, fraternidad, paz, entendimiento, solidaridad… Ojala la Iglesia, como institución, y cada pequeña comunidad cristiana seamos capaces de dar una palabra y un ejemplo de buena voluntad a los demás. A todos los que así lo desean y lo quieren vivir: ¡Paz!

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