12 de abril de 2009

Domingo de Resurrección. Pacientes y esperanzados

Por
“Marcadas por la espera, las primeras comunidades estaban fundadas sobre una esperanza activa –el Reino vendría por su manera de vivir según el Evangelio- y sobre una esperanza que respetaba los tiempos de Dios, como Él había hecho con los suyos. Para mantener esta esperanza, la Carta a los romanos nos traza la pedagogía de un camino en el que no podemos buscar atajos ni dar rodeos: dificultad – paciencia – calidad- esperanza; y una esperanza sostenida por su amor desbordado dentro de nosotros (Rom. 5,3ss).


La paciencia se convierte ahora en “la figura que toma la esperanza cuando es vivida en contacto con la realidad… en la forma de realización de la experiencia en tiempos difíciles” (J. Martín Velasco)

En momentos como el nuestro de derrumbe de utopías, cuando se ven frustradas las razones y motivos por los que merecía la pena esperar, y se va perdiendo la confianza en la vida y en las personas, necesitamos proclamar que hay Alguien por quién aún podemos seguir esperando los unos en los otros. Una esperanza que se traduce en paciencia cotidiana y en ternura; en compartir el sentir y el esfuerzo por el futuro de aquellos a los que ya no les queda más que aguardar; en soportar las adversidades de la vida sin dejar que nos arrebaten la alegría ni los sueños…

Quizá hoy la concreción más urgente de cómo ser resistentes y pacientes en un mundo tan herido y necesitado de esperanza sea aquella a la que con tanta insistencia nos exhorta Pablo: suceda lo que suceda, “no os canséis de hacer el bien” (2 Tes.3,13)

La paciencia se convierte en el pequeño y discreto motor que empuja todo crecimiento y es capaz de posibilitar la promesa y la realidad que guarda cada semilla. Y la semilla –dice un proverbio zen- no puede ver la flor”

25 años de asociado

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Último compromiso Pozuelo julio 2019

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MONASTERIO de OTEIZA

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