26 de abril de 2009

Carta abierta a Fernando Cardenal

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La madrileña Casa de América fue el escenario escogido para la presentación del libro de memorias del jesuita nicaragüense Fernando Cardenal. "Junto a mi pueblo, con su revolución" es un libro testimonial en el que se recoge una apasionante crónica política y social desde la perspectiva de un hombre comprometido con la justicia y la defensa de los Derechos Humanos a través de la educación.

Fernando Cardenal SJ es Director de Fe y Alegría-Nicaragua desde 1999 y Entreculturas mantiene con él, desde entonces, una estrecha relación laboral y de amistad.


Agustín Alonso SJ, Director de Entreculturas, inició el acto con esta emotiva carta que muestra la trayectoria personal y profesional de Fernando Cardenal:


Querido Fernando, queridos amigos y amigas.

Conocí a Fernando Cardenal hace 20 años, en 1989, en mi primera vista a Nicaragua. Creo que él no se acordará. Fue sólo un saludo rápido y de cortesía. Él era en aquel momento Ministro de Educación. Yo estaba haciendo un viaje visitando instituciones educativas de los jesuitas en Latinoamérica y me alojé en la residencia que ellos tenían en los Bosques de Altamira, en Managua. Fernando no era jesuita en aquel momento, pero vivía con ellos como uno más. Estaban en aquellos días en plena campaña electoral y todavía recuerdo la charla que la comandante Dora María Téllez tuvo en el Colegio Centroamérica, a la que asistí, acompañado por el entonces Rector del Colegio y buen amigo de Fernando, Javier Llasera. Todo hay que decirlo, la charla no despertaba especial entusiasmo en los alumnos, a pesar de la calidad de la conferenciante, a la que he conocida después más personalmente. Cuento esto porque a las pocas semanas se celebraron las elecciones, libres y transparentes, y el Frente Sandinista, de manera inesperada y sorprendente para ellos, las perdieron. Fernando, como otros muchos, había empeñado su vida en ese proyecto de la revolución. La pérdida de las elecciones no le hizo perder la paz, como él escribe, pero le llenó de un profundo dolor ver cómo el Frente Sandinista, modelo de limpieza, de honestidad y de rectitud, por el que muchos jóvenes habían entregado su vida se convertía en un grupo en el que había algunos dirigentes corruptos en las más altas esferas.

Cuando compartes historias con alguien todo lo que dice y cuenta te interesa. Este es el caso de Fernando, con el comparto desde hace 10 años amistad y tareas. Cuando acabé de leer sus memorias la primera expresión que me vino a la mente fue la de "entrañables". Una historia donde aparece la calidad humana y espiritual de alguien que ha seguido un proceso vital vivido desde una honradez y una total coherencia con sus principios.

Voy a tratar de dar unas rápidas pinceladas para centrar las memorias de Fernando, que empiezan cuando tiene más de treinta años y es enviado a Medellín, en Colombia, en 1970 para terminar su proceso de formación como jesuita. Siempre había sentido unos sentimientos que no le dejaban tranquilo. Quería tener una experiencia cerca de los pobres. Era una inquietud, que según él, Dios le había puesto en el corazón. Y nunca, ni en su infancia ni en su juventud, en una familia acomodada y en el Colegio Centroamérica, ni en su formación como jesuita la había tenido. Y pidió ir a Colombia para acabar su formación. Y fue a vivir en el barrio Pablo VI, un barrio muy deprimido y pobre de la ciudad. Una formación que había sido más espiritualista la tuvo que insertar en la línea que la Compañía de Jesús en los tiempos del P. Arrupe había definido. No se puede separar el servicio a la fe sin la promoción de la justicia. El tenía el encargo de ir a comprar el pan por las mañana. Pero las barras llegaban a casa tan menguadas, porque iba dando pedazos de pan a todos los que se lo pedían, que tuvo que pedir que fuera otro a buscar el pan para que la comunidad pudiera tener pan. La experiencia de ese año le marcó tan profundamente que al acabar su estancia allí les dijo a sus amigos del barrio: "Me voy, pero les dejo un juramente. Ante Dios prometo que dondequiera que esté en el futuro voy a trabajar por la justicia, por la construcción de una sociedad nueva, por la liberación de los pobres de América Latina, de todos los marginados y excluidos del continente. Esto lo haré en cualquier país donde me toque vivir, en cualquier tarea que me ordenen trabajar mis superiores religiosos" Y lo ha cumplido hasta ahora, 40 años después.

Aquí está la clave de todo lo demás, En esta honda experiencia y en este juramento. A partir de entonces Fernando, trabajando en la Universidad y con los jóvenes, - otra de las constantes de su vida -, va comprometiéndose más y más en el proceso de liberación de su querido pueblo nicaragüense trabajando por lo más pobres y por la justicia.

Este compromiso le va llevando a acercarse al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Antes había participado en la toma de la catedral, en huelgas de hambre, en manifestaciones callejeras, e inspirado en Gandhi, en la lucha no violenta activa. Quería cambios profundos pero iba viendo que los caminos de la lucha pacífica iban siendo cada día más imposibles en Nicaragua. La represión somocista le fue haciendo pensar poco a poco en que no quedaba en Nicaragua más camino que la violencia revolucionaria. Como en cada paso transcendental que fue dando en su vida había siempre dentro de él una lucha para buscar lo que Dios quería de él para Nicaragua. La situación del pueblo le dolía y sentía en sus carnes la injusticia del régimen de Somoza. En varios momentos de sus memorias nos cuenta sus luchas internas para ir dando pasos comprometidos y el discernimiento al que sometía sus decisiones. En la Populorum Progressio de Pablo VI encontró que el Papa hacía una salvedad sobre la insurrección armada, y aunque la rechazaba, ponía una excepción "Salvo en el caso de tiranía evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de las personas y dañase peligrosamente el bien común del país." Y aquí encontró retratada la Nicaragua que le estaba tocando vivir. Todos estos pasos y su decisión de incorporarse al Frente Sandinista los fue dando en un marco de diálogo y discernimiento con sus compañeros jesuitas.

En los dos títulos de sus memorias, la que editaron en Nicaragua y la que presentamos hoy, en la magnífica presentación de Trotta, aparecen tres palabras claves de la vida de Fernando: pueblo, revolución y sacerdote. Más que pueblo habría que decir "los pobres del pueblo". Si a estas tres le añadimos los jóvenes tenemos las claves para entender la vida de Fernando.

Yo creo que si preguntáramos a Fernando cuál es la experiencia en la que él se sintió más realizado seguramente contestaría que la Cruzada Nacional de Alfabetización. Siempre que se la he oído narrar, aquí o en Nicaragua, vibra y, contándola, se rejuvenece 30 años, los que tenía en 1979 cuando se fraguó el proyecto. En Managua o en Somotillo, en Ciudad Sandino o en Estelí, cuando hemos ido a almorzar con algún grupo siempre encuentras a alguien que en el transcurso del almuerzo le dice: "Padre, yo también estuve en la Cruzada..." Y ahí empiezan una serie de recuerdos y experiencias vitales acerca de lo que vivieron en esos meses. La experiencia fue única y de una fuerza contagiosa increíble. Movilizaron a 60.000 jóvenes que fueron a los campos y montañas y a 40.000 jóvenes y adultos a los pueblos y ciudades. Todas la Universidades y la mayoría de los Colegios de secundaria enviaron a sus alumnos a la tarea de la alfabetización. En los 5 meses que duró la Cruzada la tasa de analfabetismo en Nicaragua pasó del 50,35% de la población al 12,96%. Durante la Cruzada, y esto fue muy doloroso para Fernando, murieron 56 personas: 7 asesinados, 41 en accidentes y 8 de muerte natural.

Luego vienen sus años como Ministro de Educación, sin apenas dinero. Con una inflación galopante, y no pudiendo construir nuevas escuelas, asumió el Ministerio con un espíritu que él denominó una "educación en pobreza", que no quería significar una pobre educación, sino una educación que partiera de la realidad de la pobreza en la que estaban. El dinero que había, se destinaba en ese momento primordialmente al Ministerio de Defensa para hacer frente a la contrarrevolución armada, financiada por los Estados Unidos.

Ya he comentado más arriba que Fernando fue dando todos los pasos desde un análisis y discernimiento al que se veía obligado en su condición de sacerdote y de jesuita. La aceptación del Ministerio de Educación supuso lo que él titula "La tempestad eclesiástica". El P. Pedro Arrupe, en aquel tiempo Superior General de los Jesuitas, había dirigido en 1979 una carta a los jesuitas nicaragüenses en la que hablaba que había que dar un "apoyo, pero crítico" a la revolución y había afirmado que "eso que está haciendo Fernando también es pastoral" refiriéndose a su participación en la Cruzada de Alfabetización. Pero al asumir en 1984 el Ministerio de Educación la situación fue complejizándose. El canon 285 del Derecho Canónico prohíbe a los sacerdotes trabajar en puestos de gobierno o en cargos en partidos políticos. A Fernando le parecía que en situaciones normales este canon era válido, pero que en Nicaragua se daban una serie de circunstancias muy especiales que justificaba su implicación en un cargo político en la estructura de gobierno. Pensaba que "todas las revoluciones se habían hecho en la historia sin los cristianos, a pesar de los cristianos o contra los cristianos, y que la sandinista era la primera revolución que se hacía con una profunda y amplia participación de cristianos. "

Sería muy largo contar todos los pasos del proceso que tuvo que seguir Fernando hasta que le pidieron que abandonara la Compañía de Jesús, siguiendo las indicaciones del Vaticano. Lo podréis leer reposadamente en sus memorias. Sólo notar que todo el proceso que narra Fernando está lleno de detalles y de delicadeza en su correspondencia con sus superiores, en especial con el P. Kolvenbach, a la sazón Superior General de los Jesuitas. Fernando, en la tradición de la Compañía de Jesús manifestó repetidamente al P. Kolvenbach su objeción de conciencia honesta, objetiva y seria para dejar su trabajo en la Revolución, a la vez que le manifestaba su deseo ardiente de permanecer en la Compañía de Jesús en la que había vivido 30 años, ya que él tenía dos grandes amores: su vocación religiosa a la Compañía de Jesús y su amor a los pobres, que se concretaba en este caso en Nicaragua a través del compromiso con el Frente Sandinista. Le pedían, según entendía él, una opción u otra. Y él decía, las dos. Pero como él escribe, el P. Kolvenbach tenía que obedecer a las órdenes que recibía desde más arriba.

Un detalle enternecedor es la petición que Fernando le hace al P. Kolvenbach de que escribiera una carta a su madre explicándole su caso, para que la decisión no le hiciera mucho daño. Y Kolvenbach lo hizo. "Escribió una bellísima carta a su madre que ella la guardaba como un tesoro y que la apreciaba más que todas las joyas." Pedro Casaldáliga, a quien Fernando le envió una copia, la tituló como "una joya de la Iglesia."

Fernando le pidió al P. General que deseaba seguir viviendo como si fuera jesuita en la comunidad de ellos, como así se lo concedieron. Ahí le encontré yo en 1989, como decía al principio de mi intervención, cuando visité por primera vez Nicaragua. En 1990 tuvieron lugar las elecciones, que el Frente Sandinista perdió. A la pérdida del poder siguió la fragmentación de los dirigentes del Frente, algunos de ellos acusados por Fernando de haberse enriquecido de manera fraudulenta en la "rapiña" que siguió a la pérdida de las elecciones. Momentos duros, en los que Fernando nos dice que no perdió la paz. En 1995 escribió una carta a sus "hermanos sandinistas" en la que les anunciaba que dejaba la militancia política en el Sandinismo, viendo el enriquecimiento ilícito de parte de sus dirigentes, pero sin renunciar a su compromiso vital, la causa de los pobres.

Y Fernando volvió a la Compañía de Jesús, de la que nunca se había ido de corazón. Por eso vivía en la comunidad de los jesuitas de los Bosques de Altamira. En 1990 en conversación privada, P. Kolvenbach en Roma le dijo que él había revisado su expediente y que había encontrado en él una auténtica objeción de conciencia, lo que unido a su testimonio de vida le hacía querer que él entrara de nuevo en la Compañía de Jesús, que tendría que esperar algún tiempo hasta que pudiera hacerlo, pero que desde ese momento le concedía lo que se llama los votos religiosos de la Compañía de Jesús "in artículo mortis". Su caso sería el primero en 460 años de los jesuitas, en que un expulsado de la Compañía de Jesús regresara a la Orden. En 1997 vuelve a hacer sus votos religiosos como jesuita, con la presencia de su madre, ¡de 90 años! Que, como él dice, había esperado con vida hasta ese momento.

En 1999 es destinado como Director Nacional de Fe y Alegría. Desde entonces yo, como Director de Entreculturas Fe y Alegría en España, he tenido muchas ocasiones de visitarle en su tierra. También él ha venido con frecuencia a visitarnos y además nos hemos visto en multitud de reuniones y encuentro a lo largo y ancho de toda América Latina. La actividad de Fe y Alegría empalma perfectamente con la trayectoria vital de Fernando y con su compromiso con los más pobres. Fe y Alegría es un movimiento de educación popular y promoción social que se ocupa y preocupa de dar una educación de calidad a los más desfavorecidos, a los que según su lema están "al borde del asfalto". Nosotros desde Entreculturas acompañamos y compartimos con él estas preocupaciones. Fe y Alegría de Nicaragua atiende a más de 56.000 personas en 70 centros escolares donde trabajan 510 personas, en su gran mayoría profesoras y profesores, muchas veces en doble turno para poder sobrevivir. Si algo quisiera subrayar de esta etapa sería la gran preocupación de Fernando por este personal docente, con una enorme calidad humana y tratado salarialmente por el Ministerio de Educación nicaragüense con unos sueldos de hambre. Recuerdo, y él recordará muy bien, como después de una brillante actuación de los profesores en el Colegio Ntra. Sra. de Guadalupe fuimos a visitar la casa en la que vivía la maestra que había dirigido el acto de graduación de los alumnos. Yo nunca he visto una desproporción mayor entre la calidad de la actuación y de la persona y las condiciones infrahumanas en las que vivía. Durante todos estos años ha luchado por conseguir la equiparación con los salarios de los profesores estatales y parece que por fin en estas últimas semanas lo ha conseguido. ¡Enhorabuena Fernando!

Esta es a muy grandes rasgos la personalidad de Fernando Cardenal a quien ahora le dejamos la palabra para que nos cuente en primera persona sus memorias.



Agustín Alonso SJ
Director de Entreculturas



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