6 de febrero de 2011
Mateo 5, 13-16
Si los discípulos viven las bienaventuranzas, su vida tendrá una proyección social. Es Jesús mismo quien se lo dice empleando dos metáforas inolvidables. Aunque parecen un grupo insignificante en medio de aquel poderoso imperio controlado por Roma, serán «sal de la tierra» y «luz del mundo».
¿No es una pretensión ridícula? Jesús les explica cómo será posible. La sal no parece gran cosa, pero comienza a producir sus efectos, precisamente, cuando se mezcla con los alimentos y parece que ha desaparecido. Lo mismo sucede cuando se enciende una luz: sólo puede iluminar cuando la ponemos en medio de las tinieblas.
Jesús no está pensando en una Iglesia separada del mundo, escondida tras sus ritos y doctrinas, encerrada en sí misma y en sus problemas. Jesús quiere introducir en la historia humana un grupo de seguidores, capaces de transformar la vida viviendo las bienaventuranzas.
Todos sabemos para qué sirve la sal. Por una parte, no deja que los alimentos se corrompan. Por otra, les da sabor y permite que los podamos saborear mejor. Los alimentos son buenos, pero se pueden corromper; tienen sabor, pero nos pueden resultar insípidos. Es necesaria la sal.
El mundo no es malo, pero lo podemos echar a perder. La vida tiene sabor, pero nos puede resultar insulsa y desabrida. Una Iglesia que vive las bienaventuranzas contribuye a que la sociedad no se corrompa y deshumanice más. Unos discípulos de Jesús que viven su evangelio ayudan a descubrir el verdadero sentido de la vida.
Hay un problema y Jesús se lo advierte a sus seguidores. Si la sal se vuelve sosa, ya no sirve para nada. Si los discípulos pierden su identidad evangélica, ya no producen los efectos queridos por Jesús. El cristianismo se echa a perder. La Iglesia queda anulada. Los cristianos están de sobra en la sociedad.
Lo mismo sucede con la luz. Todos sabemos que sirve para dar claridad. Los discípulos iluminan el sentido más hondo de la vida, si la gente puede ver en ellos «las obras» de las bienaventuranzas. Por eso, no han de esconderse. Tampoco han de actuar para ser vistos. Con su vida han de aportar claridad para que en la sociedad se pueda descubrir el verdadero rostro del Padre del cielo.
No nos está permitido servirnos de la Iglesia para satisfacer nuestros gustos y preferencias. Jesús la ha querido para ser sal y luz. Evangelizar no es combatir la secularización moderna con estrategias mundanas. Menos aún hacer de la Iglesia una "contra-sociedad". Sólo una Iglesia que vive el Evangelio puede responder al deseo original de Jesús.
José Antonio Pagola
25 años de asociado
Último compromiso Pozuelo julio 2019


Imagen en la Isla
MONASTERIO de OTEIZA

Horarios de Eucaristías: días laborables a las 7,50 h. y Domingos y festivos a las 10,30 horas
Entradas más vistas
Archivo de entradas
-
►
2022
(
81
)
- ► septiembre ( 7 )
-
►
2021
(
82
)
- ► septiembre ( 5 )
-
►
2020
(
157
)
- ► septiembre ( 5 )
-
►
2019
(
139
)
- ► septiembre ( 9 )
-
►
2018
(
152
)
- ► septiembre ( 13 )
-
►
2017
(
55
)
- ► septiembre ( 9 )
-
►
2016
(
12
)
- ► septiembre ( 1 )
-
►
2015
(
19
)
- ► septiembre ( 1 )
-
►
2012
(
92
)
- ► septiembre ( 8 )
-
▼
2011
(
209
)
- ► septiembre ( 25 )
-
▼
febrero
(
23
)
- Celebración especial 12 marzo
- Homilía de Ramón Sánchez Lumbier en Oteiza para el...
- Lo primero
- Nuevo apoyo a Jose Antonio Pagola
- Monasterio de Oteiza. Domingo 7º T.O.
- Amar a quien nos hace daño
- No habrá un día en que todos…
- Tiempo Ordinario 7
- Biopiratas en la Amazonia
- Reunión del Comité Nacional de Asociados Laicos
- Fabricados para no durar
- Encuentro Nacional del Grupo Secular de España
- Carta abierta de José María Castillo a José Antoni...
- Entender las Leyes como Jesús
- Celebración 3 de Febrero
- Boletín Informativo nº19
- El cardenal Ravasi "bendice" a Pagola y a su libro
- El orígen de las migraciones modernas
- Sal y Luz
- Jóvenes consagrados, un reto para el mundo
- Bendecidos para ser bendición
- De Dioses y hombres
- Claves para entender el libro de Hawking