Reproducimos aquí una entrevista que le hizo el periódico local: LA VOZ DE GALICIA, a nuestra hermana Trini:
«Tengo 100 años, fui enfermera hasta los 72 y sigo levantándome a las 7 de la mañana»
María Trinidad
Prado (León, 1918) lleva toda una vida regalando
sonrisas. A sus 100 años recién
cumplidos, esta monja que reside en Lugo mantiene todavía una intensa
actividad de servicio a los demás, visitando y acompañando enfermos y
colaborando en la parroquia de A Milagrosa. Hace 80 años que hizo sus primeros
votos como hermana de la congrega- ción de la Sagrada
Familia de Burdeos. Desde 1966 vive en la capital lucense, ahora
com- parte piso con otras tres religiosas de la congregación, todas muy activas
en la comunidad. Trinidad explica su día a día y repasa con paciencia y lucidez
su historia, una historia que habla de trabajo, de medicina, de guerra, pero
sobre todo de amor y servicio a los demás.
-¿Cómo ha sido la celebración de su 100 cumpleaños?
-Vinieron a Lugo mi hermana, los sobrinos, el cuñado...
celebramos una eucaristía y me hicieron unos regalos muy especiales.
-Cumplir 100 años no le impide seguir activa...
-Todavía trabajo mucho, aunque de cocinar sí que me
jubilé [se ríe]. Tengo algún achaque, pero cada día doy gracias a Dios por la
llamada a la vida religiosa y por la salud que me ha dado.
-¿Cómo es su rutina diaria?
-Tengo 100 años, fui enfermera hasta los 72 y sigo
levantándome a las 7 de la mañana, salvo los domingos, que lo hago a las 7.30.
Lo primero que hacemos es rezar laudes en la capilla que tenemos en casa, las
cuatro religiosas juntas. Después, cada una se va a sus ocupaciones. En mi
caso, desde 1975 trabajo en el ropero de Cáritas dos días por semana, pero lo voy a dejar; también visito
a los enfermos o a gente que está sola, les llevo la co- munión y ayudo en la
parroquia de A Milagrosa. En cuanto a las tareas de la casa, las re- partimos
entre las cuatro.
-¿Hay mucha gente sola?
-Mucha, sobre todo personas mayores, en eso no hemos
mejorado. Y la gente necesita a alguien que los escuche; se ven en soledad y
cuando va alguien a verlos les vuelve la ale- gría, sienten que se ocupan de
ellos.
-¿Cómo ve las nuevas vocaciones?
-Hay pocas vocaciones hoy en día, el mundo está demasiado
secularizado y la gente pres- cinde de los valores religiosos y del vivir
cristiano. En mi opinión, la juventud está muy ma- terializada y solo piensa en
divertirse, lo religioso le resbala.
-En su caso, ¿cuándo sintió la vocación?
-Desde muy joven me sentí atraída por la vida religiosa y
con 17 o 18 años sentí la voca- ción. Un sacerdote que estaba en el pueblo me
ayudó mucho. Yo tenía la decisión tomada desde el principio, no tenía ninguna
duda.
-¿Cuál fue su primer destino?
-Primero estuve en Madrid. El inicio de la Guerra Civil, en 1936, nos pilló allí, en Hortaleza. Fueron tiempos
muy difíciles. Desde allí nos llevaron a Bilbao a 14 postulantes y dos
maestras. Estuvimos en un pueblo de Bilbao, Derio, y en el mismo 36, en
diciembre, sali- mos para San Sebastián. Embarcamos en Las Arenas, en un barco inglés, el 18 de
di- ciembre de 1936 y allí estuvimos unos meses. Después llegué a Navarra,
donde empecé el postulantado, y en 1938 hice mis primeros votos. Y luego, a las
obras a trabajar.
-¿Qué trabajo hacían entonces?
-En aquella época íbamos cuatro hermanas a una clínica a
cuidar a los enfermos. Estuve casi dos años en Navarra, después de nuevo a
Bilbao y, finalmente, a Madrid, donde me quedé hasta 1966. Siempre estuve en
clínicas; de hecho, estudié Enfermería. Trabajé mu- cho en quirófanos, en
cirugía, con varios especialistas.
-¿Cómo encontró Madrid al volver?
-Ya había acabado la Guerra Civil y había mucha escasez
de comida, todo estaba racio- nado, la gente pasaba mucha hambre. Pero la
ilusión de seguir a Jesús siempre me ha sostenido.
-¿Cuándo llegó a Lugo?
-En 1966: éramos siete religiosas de la congregación.
Desde mi llegada y hasta 1990 estu- ve trabajando en el Sanatorio García
Portela. Estoy en A Milagrosa desde 1990.
-¿Cómo era el trabajo en los quirófanos?
-Me tocó vivir avances y cambios muy grandes en medicina,
ahora ya estoy desactualizada [ríe]. Recuerdo que en 1942 comenzaron en Madrid
con la cirugía de corazón, empezaron a especializarse más en estas dolencias,
porque entonces moría mucha gente por proble- mas de corazón. Muchos médicos se
fueron a Holanda a especializarse. Los momentos más duros para mí han sido
cuando algún enfermo moría, eso es muy doloroso; de hecho, donde he rezado con
más intensidad ha sido en los quirófanos, para que el Señor les guiara las manos.