3 abril 2012
J. I. González Faus
“Hay cosas en este mundo más importantes que Dios
– que un hombre no escupa sangre pa que otros vivan mejor”. Hace 40
años cité esos versos de Atahualpa Yupanki comentando que, para un
cristiano, ésas no son palabras ateas. Son el resumen de la forma como
Dios se nos ha revelado en Jesucristo.
Hoy, malherido por recortes, ajustes y tijeretazos, quisiera retomar
aquellos versos. No sé cómo ni cuándo saldremos de la crisis. Hasta
ahora todo lo que se nos dice o hace se resume así: “los ricos han
estado viviendo por encima de sus posibilidades financieras y por eso
ahora toca a los pobres vivir por debajo de sus posibilidades
humanas”. Por eso, en Grecia hay niños que se desmayan de hambre en
las clases, en España los jóvenes son obligados a emigrar y nada
digamos de Etiopía, Mozambique y demás. Hay dinero para optar a la
olimpíada, para la Fórmula 1 o el monumento a los Castellers…; pero no
para evitar que un ciudadano de a pie retrase diez meses una operación
urgente.
No son cifras: son seres humanos con necesidades como las mías,
sentimientos como los míos, posibilidades como las mías y dolores muy
superiores a los míos que, además, se ven ninguneados y despreciados
como si la culpa de lo que sufren fuera suya. El decálogo del Dios
bíblico mandaba no matar; en el decálogo del dios Capital el quinto
mandamiento parece ser “bendecir al que te asesina”. Quienes tenemos
alguna palabra (o sólo tenemos palabra) nos sentimos como aquel Balaám
de la Biblia, enviado por el rey Balac para maldecir a sus enemigos
antes de una guerra y que, tras mil resistencias y peripecias, se negó
diciendo: ¿cómo puedo maldecir yo a quienes Dios bendice?.
No quisiera ensañarme con políticos y economistas, aunque sorprende
que, si todos coinciden en que “para crear empleo hay que reactivar la
economía”, luego tomen medidas tendentes a desactivarla. Pero
comprendo que no sepan cómo actuar porque nuestra situación es tan
nueva como la de los días en que acababa de aparecer el SIDA:
enfermedad desconocida que necesitaba mucha investigación y de la que
sólo se sabía que era consecuencia de una “burbuja” o desmadre
drogosexual, que se propagaba casi a la velocidad de la luz y que
quienes más la iban a pagar serían los pobres. Hablando del SIDA,
sospecho que nuestros gobernantes celebraron dos orgías sin
preservativos que nos han traído el actual síndrome de
inmunodeficiencia económica: la creación precipitada del euro (¡ay que
leer lo que se decía entonces!). Y además usar el dinero de los
ciudadanos para socorrer a los Bancos, convirtiendo así la deuda
privada en deuda pública…
Comprendo que nuestros gobiernos “vivan en el lío” como dijo Rajoy,
aunque considere muy criticable el contraste entre su prepotencia
cuando era oposición (“váyase Ud que esto lo arreglo yo”…; “no se
escude en Europa”) y su modestia cuando gobierna arrodillándose ante
Europa y afrontando profecías de paro y decrecimiento tan malas o
peores que las anteriores. O el contraste del otro, reclamando
“soberanía para el pueblo catalán” para luego (ante decisiones muy
serías que afectaban a todo ese pueblo), tomarlas él solo sin
consultar al pueblo: “todo contra el pueblo pero sin el pueblo”,
parece ser la nueva Ilustración.
Comprensivo con la perplejidad de los políticos, sí cabe apuntar que
tienen claro a quién favorecer, aunque duden de cómo hacerlo:
favorecer al capital frente al trabajo. Rajoy pronosticándose una
huelga general y Guindos asegurando una reforma laboral “muy
agresiva”, dejaron claro que lo que preparaban era una agresión del
Capital al trabajo, que no desaparece aunque la reforma tenga medidas
aceptables. Se acabó el “gobernar para todos”: se gobierna para el
capital insaciable; y se disimula hablando de “crear empleo” cuando en
realidad se pretende crear esclavitud. La esclavitud siempre fue
necesaria para que unos pocos vivan bien y fue un error de
cristianismos y humanismos empeñarse en suprimirla.
Pero si las reformas son agresiones del capital al trabajo no es sólo
porque sus autores piensen así, sino porque vivimos en un sistema
montado sobre una agresión de ese tipo. Si el Banco me presta un
dinero y no se lo devuelvo, tiene derecho a quedarse con lo mío y a
seguirme exigiendo más. Los que dejaron su dinero en una Caja o en un
Banco y no se lo han devuelto no tienen derecho a nada. Si esto no es
una agresión que venga Dios y lo vea. O: hablar de salario “justo”,
como haría la ética más elemental, es burda incoherencia: porque lo
que necesita el capital son salarios lo más bajos posible y que logren
mantenerse así por miedo a perder esos céntimos. “La Iglesia enseña la
prioridad del trabajo frente al capital…: el trabajo siempre es una
causa eficiente primaria mientras el capital es sólo un instrumento”
(Juan Pablo II). Pero esto sólo vige desde una idea de Dios que ni los
obispos comparten. Visto desde Wall Street, el trabajador sólo es una
herramienta. Y las herramientas no tienen dignidad.
Me tacharán de ignorante o analfabeto económico. Pero… Tuve una
hermana gemela que murió de cáncer, por culpa de un claro fallo
médico. Cuando se le comunicó el diagnóstico fatal se limitó a
exclamar: “yo no sabré medicina, pero cuando digo que algo me duele
es porque me duele; y al médico no le dolía”. Temo que a nuestro
médicos económicos tampoco les duela.
25 años de asociado
Último compromiso Pozuelo julio 2019


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