Los pescadores locales explican que se sienten obligados a correr más riesgos o buscar otros medios para sobrevivir, entre ellos la migración irregular. "Los barcos de la UE vienen aquí a coger nuestro pescado, es como si África alimentara a Europa", dice Moustapha Diouf, pescador y presidente de una organización de repatriados.
Varios hablan un poco de español. Trabajan en o con los barcos españoles que, desde hace decenas de años, navegan en aguas senegalesas en busca de pescado, principalmente atún.
Desde hace unas dos décadas, los jóvenes de las zonas costeras de Senegal y candidatos a migrar a Europa aseguran que estos problemas relacionados con la pesca les empujan a marcharse. El mensaje que acaba calando, dicen quienes han visto a decenas de jóvenes migrar, se resume en dos frases escuchadas en repetidas ocasiones: "Si ya no puedo utilizar mi cayuco para pescar, lo usaré para ir a donde se llevan los peces"; "si ya no hay suficiente pescado, ganaré más dinero llenando mi piragua de gente que quiera emigrar a las Islas Canarias".
La vigilancia que hay en las costas senegalesas por parte de la Agencia europea de fronteras (Frontex), la marina senegalesa y la Guardia Civil española, han disminui-do considerablemente las salidas en cayuco desde Senegal y en la actualidad son pocos los que logran esquivar tantos controles. Los pescadores aseguran que, si hoy alguien preparara una piragua para salir a Canarias y tuvieran el dinero para pagarla, lo intentarían.
El primer acuerdo de pesca entre Senegal y la Unión Europea data de 1979. Se trata de unos acuerdos que autorizan a arrastreros y atuneros españoles, portugueses, franceses, italianos y griegos a operar regularmente en sus aguas territoriales. "Las pequeñas piraguas senegalesas y los grandes barcos europeos no pueden rivalizar.
La sobreexplotación pesquera ha ocasionado que los pescadores tengan que adentrarse más en el mar para lograr pescar, lo que también les supone más riesgo. Ba-dou Ndoye, presidente del Colectivo Nacional de Pescadores Artesanales de Sene-gal recuerda que antaño se podía llenar la piragua de pescado a pocos kilómetros de la costa y en un día. Ahora, dice, hay que irse 15 días a alta mar e incluso salir de Senegal, rumbo a aguas de países vecinos como Guinea-Bissau o Mauritania. Este cambio ha supuesto que al menos 226 personas hayan perdido la vida en los últimos años.
Cissé explica que, debido a los barcos pesqueros extranjeros los pescadores no tienen acceso al pescado, se sienten obligados a buscar otros medios para sobrevi-vir y entre las alternativas se encuentra la migración irregular. Pero también existe otra posibilidad menos arriesgada y que, aunque salva la economía de las familias de pescadores a corto plazo, está contribuyendo a esa sobreexplotación. Para so-brevivir, muchos pescadores colaboran con los barcos industriales europeos.
"Los barcos industriales saben que lo que hacen no es normal, que las piraguas les van a traer todo lo que puedan encontrar. Y luego la Unión Europea viene a darnos lecciones, pero son ellos los mismos que están promoviendo esta situación. No es sostenible", remarca. ¿Quién se comprometerá a parar esto?
María Rodríguez