29 de enero de 2021

Laicos por la vida Consagrada

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Movimiento de la Confer por una Misión Compartida

LAICOS POR LAS VOCACIONES

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equipo de información

22 de enero de 2021

"Salir del 'paradigma de la cristiandad' es urgente y necesario"

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·        Continua Continúa vigente y cada día con más urgencia la llamada apremiante del Papa Francisco para ‘una Iglesia en salida’. En concreto en nuestras circunstancias actuales, no sólo los aspectos negativos que muestran una situación eclesial preocupante, sino sobre todo, siguiendo al Concilio Vaticano II, los signos de los tiempos son hoy especialmente claros y piden una respuesta urgente. Nuestra Iglesia necesita ‘salir’; pero la pregunta inmediata que se plantea es de dónde y hacia dónde. Hay respuestas y posiciones diversas, que pueden ser mutuamente complementarias. Precisamente es en este punto donde quisiera incidir con esta aportación.

A mi entender, y en el de otras muchas personas, a la Iglesia en nuestro contexto se le plantea la necesaria salida de lo que llamo paradigma de la cristiandad, vigente todavía en muchos de nuestros estratos y ambientes tanto jerárquicos como laicales.

Con la categoría paradigma me refiero no sólo a estilos pastorales que se conservan en nuestras iglesias. Implica, de manera más amplia y profunda, conceptos, creencias, conductas y actitudes, formas de acción, que responden a concepciones de Iglesia, visiones del mundo, relaciones con otras religiones, con personas no creyentes, con los avances científicos. Durante muchos siglos se afianzó el paradigma de la cristiandad que resistió a la modernidad, al pluralismo religioso, a la laicidad y secularización, encerrando a la Iglesia en su autoconcepción excluyente. ‘Fuera de la Iglesia no hay salvación’, fue el axioma de un eclesio-centrismo persistente.

Después de los concilios de Trento y Vaticano I que confirmaron y fortalecieron ese paradigma, fue necesario un nuevo Concilio, el Vaticano II, que trató, no sin vacilaciones, de armonizar el pasado con las exigencias de los nuevos tiempos y propuso un cambio en profundidad. Juan XXIII lo llamó ‘aggiornamento’. Su Constitución pastoral, Gaudium et spes, fue una clara apuesta por un nuevo paradigma que superara el viejo y milenario paradigma y propuso un cambio significativo que afectaba a lo más profundo del ser Iglesia hoy y para el mundo de hoy.

Pero no iba a resultar fácil abandonar el peso y lastre de la tradición conservadora. Y, en efecto, al poco tiempo, en medio del optimismo inicial, que tal vez pecó de superficial, la Iglesia oficial trató de atrincherarse en los “cuarteles de invierno”, en frase de Rahner; el cardenal Martini, arzobispo de Milán, confesaba que “sus sueños de una Iglesia pobre, humilde, abierta, plural, joven se habían disipado amargamente”. El sector involutivo eclesiástico impuso con fuerza su paradigma conservador. Los intentos y realizaciones pastorales, teológicos, sinodales, organizativos encontraron pronto el control férreo de los organismos eclesiásticos dominantes. Y la religión ha seguido oscureciendo e impidiendo ver la claridad del evangelio que ilumina nuevos horizontes y su realización para construir el Reino de Dios.


Ha sido el Papa quien, sobre todo con tres documentos de profundas implicaciones eclesiales (Evangelii gaudium, Laudato si’, Fratelli tutti), ha vuelto a plantear las claves de una Iglesia guiada por el paradigma evangélico que le pide ser como el grano de trigo que muere para dar fruto (Jn 12,24) e invita a salir al mundo desposeída, como lo expresó Pere Casaldàliga, de todo poder, es decir, del paradigma de la cristiandad: “No llevar nada/ No poder nada / No pedir nada/… Solamente el Evangelio, como una faca afilada”.

Y aquí estaría, a mi entender, el primer paso de una Iglesia en salida

de su eclesiocentrismo al mundo, a sus problemas y esperanzas, angustias y gozos sobre todo de los pobres;

de su uniformismo, a una iglesia plural y sinodal;

de su occidentalismo, a una Iglesia universal y plural;

de su jerarquismo, a una Iglesia sinodal, pueblo Dios;

de su concepción doctrinal y estancada de la revelación, a lecturas abiertas a los signos de los tiempos y a la verdad de otras religiones.


Sin embargo hasta ahora, y todavía hoy para bastantes obispos y fieles, lo que interesa ante todo es mantener la Iglesia y la pertenencia a ella, lograr vocaciones para que los ministerios subsistan y se garantice su ejercicio dentro de un modelo conservador. Desde el control estadístico del Vaticano se siguen pidiendo números de bautizados, casados por la Iglesia, funerales, etc. Pero su disminución es creciente y rápida. Además, y es lo más preocupante, a un número progresivamente más amplio de jóvenes, de adultos, de familias, no interesa ni atrae lo que se anuncia como Buena Noticia y, menos aún, la Iglesia. Incluso ante las angustiosas preguntas que hoy son centrales para tantas personas en una sociedad tan preocupada, con toda razón, por la pandemia, la situación económica, la inmigración, la degradación ecológica, la desigualdad mundial, no se comprenden ni interesan los mensajes que ofrecen nuestras homilías en templos cada vez más vacíos, nuestras ofertas formativas en grupos reducidos, nuestro culto con un lenguaje de otras épocas.

Es preciso, por tanto, para que la invitación del Papa a una ‘Iglesia en salida’ tenga incidencia y se haga real, salir del viejo paradigma de la cristiandad. No es tarea fácil ya que, como todo paradigma, está fuertemente inscrito en muchas conciencias cristianas; influye directivamente y sospecha o excluye cualquier otro que sea innovador considerándolo desviacionista y amenazador para el bien de la Iglesia y de los fieles.

Todo está sometido a ese paradigma que es como la dovela central o clave que sostiene y mantiene todos los arcos de construcción del edificio de esa Iglesia y le confiere su sentido y figura. Entonces admitirá cambios, pero serán superficiales; se propondrán reformas que se quedarán en retoques; se planificarán remodelaciones, pero manteniendo la estructura; se repararán sus grietas, pero para mantener el edificio donde el grupo creyente encuentra su seguridad espiritual. Incluso se saldrá al exterior, pero para volver de nuevo porque necesita donde reclinar su cabeza y sentirse protegido. Queda entonces muy lejos de quien dijo que “este hombre no tiene donde reclinar su cabeza” (Lc 9,58) y, por supuesto, preferirá adorar a Dios en el templo, más que, “con espíritu y verdad” (Jn 4,23), en los lugares donde la humanidad se juega su futuro: en los pobres y desde quienes luchan por una sociedad justa, por una tierra cuidada como casa común, por “colaborar en el hallazgo de soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época”, según insistió el Vaticano II (Gaudium et spes 10).


Es indudable que una salida de paradigma es altamente compleja; conlleva riesgos imprevistos; supone abandonar lo que para muchas personas ha sido y es garantía de su seguridad adquirida con fidelidad tradicional. Sin embargo, cada día más personas lo están haciendo; pero en dos direcciones. Unas simplemente abandonan el paradigma que sostiene esta Iglesia en la que no creen y ya nada les dice con su mensaje y se entregan al paradigma que les ofrece o les impone la globalización capitalista a la que están sometidos y resignados, sin más horizontes. Han renunciado al sentido profundo de sus vidas. Se contentan con lo inmediato. Pero también hay personas y grupos comunitarios, conscientes de la complejidad del cambio de paradigma, que optan por intentar la construcción de otro nuevo y trabajan con sus actitudes, con sus aportaciones, con sus modos de vida, en colaboración abierta en la ardua pero esperanzadora tarea de lograr un paradigma auténticamente evangélico y, por tanto, también humano y liberador.

 

Si hoy la Iglesia quiere ponerse en actitud de salida debe ir al encuentro de esas “soluciones plenamente humanas”, como insistió el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes 11), confiada en la presencia del Espíritu que alienta donde quiere (Jn 3,8) y hace brotar una nueva vida en los lugares más impensados, sobre todo, en los pobres que buscan la justicia y la fraternidad. El Papa Francisco propone buscar y construir en una ética compartida un mundo fraternal donde la salvación no está en la Iglesia sola y aislada en su viejo paradigma excluyente, sino en todos, con la clara “conciencia de que hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie” (Fratelli tutti). Esto no significa por supuesto relativizar el evangelio o reducirlo a una simple referencia más, sino comprenderlo desde su lugar auténtico: los pobres y quienes con ellos buscan la justicia, según las bienaventuranzas (Mt 5,3-12). Para ello hace falta ponerse en salida a fin de oír sus voces de denuncia con oídos atentos, ver con ojos abiertos su situación y actuar con manos samaritanas, eficazmente.

La seguridad y confianza, la razón profunda para asumir este riesgo decisivo de salir del viejo paradigma de la cristianad y buscar un nuevo paradigma y el impulso y motivación para construirlo están, para las personas creyentes, en la fe en el Reino de Dios, presente ya en nuestra tierra (Lc 17,20), que supera todo paradigma y al mismo tiempo mueve y empuja a un dinamismo transformador con una nueva espiritualidad y desde una Iglesia en salida para servir y no para ser servida.


  Félix Placer


21 de enero de 2021

LA EPIFANÍA ETÍOPE

Por
En toda Etiopía se celebra una fiesta llamativa y vistosa: la Epifanía ortodoxa, que conmemora el bautismo de Cristo por San Juan en el río Jordán.

Hoy compartimos este artículo sobre Etiopía, en concreto, sobre la celebración especial que se hace en este país de la Epifanía y un poco de su historia.

Queremos unirnos a esta celebración, teniendo especialmente presentes a todos los cristianos que sufren persecución en este país, persecución que se ha visto agravada durante la pandemia Covid ya que los cristianos se convirtieron en blanco de ataques y segregación por su fe durante la distribución de ayuda gubernamental. A muchos se les negó el alimento, mascarillas o remedios.

Pero sobre todo, queremos valorar la importancia que tienen las raíces y la fe de los que nos han precedido y esa fortaleza como pueblo de los cristianos etíopes.

19 de enero de 2021

INTENCIONES EN LA ORACIÓN

Por
INTENCIONES PARA LA ORACIÓN DEL AÑO 2021
FAMILIA DE PEDRO BIENVENIDO NOAILLES
“VIVAMOS LA COMUNIÓN CELEBREMOS LA FAMILIA”


ENERO: Comunidad apostólica de Las Flores (Málaga) y grupo de asociados laicos de Jaén-1

17 de enero de 2021

SAN JOSÉ

Por
Cinco veces aparece la palabra sueño en el Nuevo Testamento, y de ellas cuatro se refieren a José, quien, convencido por un ángel, hace lo contrario de lo que estaba pensando. No abandones a tu mujer. José, obviamente, podía pensar cosas como ésta: «Qué van a pensar los vecinos...?». Vete a Egipto. «Pero si ya me he establecido aquí como carpintero, y aquí tengo mi clientela..., ¿cómo voy ahora a abandonarlo todo?». Regresa de Egipto. El santo José pudo haber pensado de nuevo: «¿Otra vez, ahora que he logrado organizar mi vida y tengo una familia que mantener...?». Al contrario de lo que el sentido común aconseja, José hace caso a sus sueños. Sabe que tiene un destino que cumplir: proteger y sostener a su familia. Como millones de Josés anónimos, procura cumplir su tarea, aunque para ello deba tener en cuenta sueños del todo ininteligibles para él. Más tarde, tanto la mujer como uno de los hijos se transforman en las grandes referencias del cristianismo. El tercer pilar de la familia, el obrero, sólo es recordado en los pesebres navideños... o bien por quien le tiene una especial devoción, como es mi caso... y como es también el caso de Leonardo Boff. Un libro sobre José es, por tanto, una bendición. Muestra al obrero, al padre, al hombre que sigue sus sueños, a quien proporciona el pan para que su hijo pueda consagrarlo. El revolucionario que acepta ser guiado por el mundo invisible. El protector y el maestro, porque, sin los valores familiares inculcados por él, toda la historia podría haber sido diferente. He leído aberraciones como ésta: «Jesús estuvo en la India para aprender de los maestros del Himalaya». Para mí, todo hombre aprende en la tarea que la vida le depara. Jesús aprendió mientras hacía mesas, sillas y camas. En el camino de las personas comunes encontramos todas las lecciones que Dios nos da todos los días. Basta incluir la palabra amor en la lucha diaria, y ésta se transforma en un oficio sagrado. En mi imaginación, me complazco en la idea de que la mesa en la que Jesús consagró el pan y el vino habría sido hecha por José, porque allí habría quedado impresa la huella de la mano de un carpintero anónimo que se ganaba la vida con el sudor de su rostro y, precisamente por ello, permitía que los milagros se manifestaran. 

PAULO COELHO

Prólogo del libro de Leonardo Boff SAN JOSÉ: PADRE DE JESÚS EN UNA SOCIEDAD SIN PADRE

15 de enero de 2021

Por
INTENCIONES PARA LA ORACIÓN DE ESTE AÑO 2021
FAMILIA DE PEDRO BIENVENIDO NOAILLES
“VIVAMOS LA COMUNIÓN CELEBREMOS LA FAMILIA”

14 de enero de 2021

Ecología espiritual: 4 espacios verdes que urge respetar

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No es inteligente vivir preocupados por el aire que respiramos y olvidarnos del que le da vida a nuestra vida

Ahora que se habla tanto del ecologismo, también podemos hablar del «ecologismo espiritual», uno del que no suele hablarse mucho, y que es más importante que el material.

Porque es bueno que estemos recuperando el valor de la naturaleza, que nos preocupe la contaminación, el medio ambiente, que luchemos por los espacios verdes y sostenibles en estas opresivas ciudades que hemos construido; pero creo que habría que pensar que nuestras almas padecen parecidas o más graves agresiones.


Di Winston Springwater|Shutterstock

Hay en el mundo una contaminación de nervios, de tensiones, de gritos, de malentendidos, de divisiones, que hacen tan irrespirable la existencia como el aire contaminado.

La gente vive devorada por la prisa. Pocos saben conversar sin discutir. Nos aprietan la angustia y la incertidumbre. La gente necesita pastillas para dormir.




A diario, las redes sociales, los periódicos, la radio, los televisores y los computadores nos llenan el alma de residuosSe talan despreocupadamente los árboles de los valores sin percibir que son ellos quienes impiden los deslizamientos de nuestra sociedad.

Apenas hay en las almas espacios verdes en los que respirar.

Habría que explicarle a la gente que el alma necesita de los espacios verdes del espíritu. Y hacerles notar que descuidar el alma termina por convertirla en inhabitable. Un alma convertida en desván de trastos viejos es tan inhumana como vivir en un espacio poco saludable y caótico.

Espacios verdes que urge respetar



Smileus | Shutterstock

Urge abrir las ventanas del alma y plantar en ella árboles.

1.EL SUEÑO

La vida humana, con su alternancia de sueño y de vigilia, está muy bien construida, pero cuando la desnivelamos, pronto se nos hace pesado estar despiertos.

2.EL OCIO CONSTRUCTIVO

El segundo gran espacio verde es el de aquellos espacios en los que somos productivos, pero en los que a la vez descansamos.

No solo se trata de trabajar en lo que amamos (porque no siempre se puede) sino de saber darnos espacios de calidad en medio de la vorágine del día a día.

Hablamos aquí de artes relajantes (no solo espectáculos y fiestas) sino todas esas otras formas de enriquecer el alma: el placer de oír música dejándola crecer dentro de nosotros, el gusto por pintar, lo hermoso de sentarnos al aire libre a leer.

Leer por el placer de leer; esa lectura “que no sirve para nada”, esos libros que no “ayudan a triunfar», que sirven solo para enriquecer el alma.

3.LA AMISTAD

Ningún tiempo más ganado que el que se pierde con un verdadero amigo. La charla sin prisa, los recuerdos que provocan la risa o quizá la sonrisa, el encuentro de dos almas es aire que no tiene precio.

Otro aire puro es, por ejemplo, que un padre dedique a jugar con sus hijos, a conversar con la mujer que ama, a contemplar un paisaje en silencio, a examinar con calma una obra de arte…

4.LA ORACIÓN

Y, por último, pero no por eso menos importante, el espacio verde de la oración. Allí, en el pozo del alma, alejándose de los ruidos del mundo, dejando por un rato de lado las preocupaciones, encontramos nuestra propia verdad.

Hace falta preguntarnos quiénes somos y qué amamos. Hace falta el espacio ecológico más importante: dejarse amar.

Tomar el Evangelio y leer una frase, unas pocas líneas, y dejarlas calar dentro de sí, como la lluvia cae sobre la tierra. Eso es agua pura llena de vida, no solo para nuestra alma.

Porque ella merece ser tan cuidada como el mundo. No es inteligente vivir preocupados por el aire que respiramos y olvidarnos del que le da vida a nuestra vida.

12 de enero de 2021

¿Y si prolongaras la Navidad durante todo el año?

Por

La Navidad ha pasado pero no por eso debemos olvidar hasta el año siguiente el misterio de la natividad que nos ha revelado.



La Navidad acaba de pasar… ¿qué queda de ella? Juguetes nuevos dispersos por la casa, recuerdos felices, la mente un poco neblinosa por la falta de sueño, trozos de papel de regalo arrugados por todas partes y las tarjetas de felicitación en el buzón por la mañana.

O, quizás, el peso de la soledad un poco más cargante, la herida del duelo más viva que de costumbre… La Navidad, sí, también es eso, en lo concreto de nuestras vidas… pero ¿es sólo eso y primero eso?

La Navidad nos invita a maravillarnos ante el amor de Dios por nosotros

La Navidad, bien lo sabemos, es la gracia que se nos ofrece de acoger al Verbo hecho carne. La verdad de la Navidad es la Buena Nueva anunciada por los ángeles: “Hoy, nos ha nacido un Salvador”.Y eso es lo que da su sentido a todos los aspectos de la fiesta.

Los días siguientes a la Navidad no pueden parecerse, por tanto, a esos días de después de otras fiestas, tristes o alegres, pero que siempre están impregnados de cierta nostalgia por aquello que fue y no será más. Porque la alegría de Navidad no se nos ha dado solamente por algunas horas o algunas decenas de minutos durante la misa de Navidad.

Y la celebración de la Natividad no es un mero cumpleaños que sólo dura el tiempo de soplar las velas. No es cuestión de dejar enterrado lo que Dios nos ha ofrecido por Navidad. Expliquemos a los niños que es un poco como si metiéramos en un armario o tiráramos a la basura todos los juguetes nuevos. Esta lástima les resultará muy vehemente.

En Navidad, hemos recibido un regalo mucho más grande y hermoso que todos los demás, pero como no se ve, nos arriesgamos a olvidarlo hasta el año próximo. Pero ¿qué puede cambiar la Navidad en nuestras vidas?

El amor de Dios

Dios nos ama tanto que, por nosotros, se hizo hombre. Él, que es el Creador omnipotente, nació pobre y desamparado como todos los bebés que dependen por completo de sus padres. Dios se da a nosotros y se nos revela no en la magnificencia, la riqueza y el poder, sino en la pequeñez y en la pobreza.

¿Cómo podríamos entonces buscar los honores, la riqueza y el poder mientras que Dios mismo nació en la pobreza, cuando se hizo un niño pequeño? Dios nos enseña a aceptar profundamente nuestros límites, nuestras dependencias.

Jesús no sufrió su condición de hombre, sino que la amó. Él nos conduce a amar nuestra condición de personas, con todos los límites, las exigencias y las dependencias propias de cada edad. Jesús no se hizo semejante a un niño pequeño, se hizo niño de verdad. Dios se hace próximo a nosotros. Él es “el totalmente Otro” y, sin embargo, se pone a nuestro alcance.

Su amor busca amansarnos dulcemente, sin causarnos temor.

La Navidad nos invita a maravillarnos ante este amor y a dejarnos llevar por él, a no olvidar nunca –ni siquiera más tarde en el año cuando celebramos otras fiestas litúrgicas– toda la ternura, la pureza y la simplicidad que nos son reveladas en el portal de Belén.

Todo le importa

Delante del belén, vemos y creemos más allá de las apariencias. Dios se hace carne. Muy concretamente, eso implica que nos es dado encontrarnos con Dios, servirle y amarle a través de todo lo que constituye nuestra vida humana. No está Dios por un lado y por otro nuestra existencia carnal.

No hay en nuestra vida unos momentos para Dios y otros que no Le conciernen. No somos seres divididos en dos: el alma para Dios y el cuerpo ajeno a Él. Es esencial no olvidar esto, en particular en el ámbito de la educación religiosa.

La educación de la fe no concierne solamente a una parte de la existencia o de la personalidad de nuestros hijos: es de verdad una educación de toda la vida. Nada de lo que hagan nuestros hijos, nada de lo que vivan es ajeno a Dios: todo es susceptible de acercarles o alejarles de Él, incluyendo las preocupaciones y los gestos más materiales.

Dicho esto, es importante subrayar que la educación de la fe no podría ser una mera educación para la vida: hace falta un anuncio explícito de la existencia de Dios que, encarnado, no es menos que el “totalmente Otro”. No es raro, por ejemplo, escuchar decir que el primer despertar en la fe debe ser un despertar a la vida, al mundo que rodea al niño, a los demás, etc.

Vida de oración

Es cierto si entendemos por ello que el despertar en la fe no debe estar desencarnado y dividido de la vida cotidiana del niño. Pero es falso si este “despertar a la vida” sustituye a toda instrucción religiosa y toda vida de oración.

Además, aunque es cierto que Dios nos da de encontrarle y amarle en cada instante de nuestros días y a través de todo lo que vivimos, no hay que olvidar que lo que da “aliento” –el aliento del Espíritu Santo– al menor de nuestros gestos, ya sea lavarse los dientes o pelar una fruta, es la oración.

Es porque dedicamos al menos diez minutos diarios a la oración, solamente para Dios, que podremos encontrarle y amarle durante los demás minutos.

La educación de la fe no debe de ningún modo desviar a los niños de su vida de niños, no debe hacer de ellos seres desencarnados, más bien al contrario, pero debe también guiarles a vivir al nivel del día a día, a presentir la dimensión sobrenatural de su existencia y orientar todas sus elecciones en función de esa dimensión.

Porque así es como aprendemos la Navidad: delante del belén, vemos y creemos más allá de las apariencias. Delante de ese niño pequeño, se nos pide creer que estamos en presencia del Hijo de Dios. Y quien mejor puede guiarnos por estos caminos de fe es la Virgen María.

Más que cualquier otro, ella sabía que su bebé era similar a los demás porque ella lo alimentó, le enseñó a hablar, a caminar, etc. Pero más que cualquier otro, ella creyó, plenamente, que este niño tan pequeño, que dependía por completo de ella, era verdaderamente su Salvador.

Christine Ponsard

4 de enero de 2021

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