Esta frase del sacerdote y teólogo cristiano ortodoxo ruso Alexander Men (1935-1990), último sacerdote asesinado por la KGB soviética, puede desconcertar a quienes recuerdan 2000 años de cristianismo, con numerosos mártires, santos y santas, catedrales, Sumas Teológicas y misiones evangelizadoras.
Alexander
Men no se limita a lamentar los pecados y llagas de una Iglesia santa y
pecadora, ni dice que el cristianismo todavía no exista, sino que intuye
que el cristianismo todavía no ha desarrollado todas sus inmensas
potencialidades evangélicas, teológicas y pastorales. Más que mirar
con nostalgia un pasado cristiano que ya no existe, hemos de ir adelante para
evangelizar el mundo de hoy secularizado, agnóstico y postmoderno.
Intentemos
desarrollar y concretar la intuición de Alexander Men:
·
El laicado, que constituye la inmensa mayoría del
Pueblo de Dios, que ha recibido el bautismo y la unción del Espíritu, ha
quedado marginado y pasivo en una Iglesia clerical.
·
La mujer no ocupa, en la Iglesia
patriarcal y machista de hoy, el lugar que el Señor le ha
destinado y que el evangelio anuncia.
·
El Espíritu
Santo ha quedado relegado y olvidado en la
práctica, con lo cual el cristianismo, sobre todo el cristianismo latino, queda
reducido a doctrinas, leyes y ritos, sin una vivencia espiritual ni una
verdadera alegría.
·
La identidad cristiana no ha tenido suficientemente en
cuenta la presencia salvífica del Espíritu del Señor en todas las religiones y
culturas, también en la ciencia y antropología moderna.
·
El magisterio eclesial, la teología y la pastoral no
han tomado en serio el que a los pequeños y sencillos han sido revelados los
misterios del Reino y que los pobres son un lugar de revelación.
·
El cristianismo se ha abierto
tarde y tímidamente a la ecología, que ofrece inmensas
perspectivas teológicas, espirituales y prácticas.
·
Una lectura muy literal y fundamentalista de la
Escritura, desde el Génesis al Apocalipsis, genera en el Pueblo cristiano una
visión del origen y del fin de la vida cósmica y personal que es incompatible
con el pensamiento científico y humanista moderno y con el mundo juvenil.
La
lista de temas pendientes se puede extender y concretar mucho más: economía,
discriminación social, sexual y étnica, refugiados, armamentismo guerra y no
violencia, apertura a un ministerio ordenado no célibe, participación de la
comunidad eclesial en la elección y formación de sus pastores, etc.
Una
sinodalidad eclesial bien comprendida y vivida, puede iniciar procesos y
discernimientos que ayuden a que el cristianismo “que no ha hecho más que
comenzar”, crezca y dé fruto en el mundo de hoy. Entonces, el
cristianismo, hoy todavía incipiente, crecerá y dará mucho fruto, como los
sarmientos estrechamente unidos a Jesús, la verdadera vid (Juan 15). Alexander
Men tenía razón.
Víctor Codina