¡Alaben al Señor en todas las naciones,
y festéjenlo todos los pueblos!
Pues su amor hacia nosotros es grande,
y su fidelidad es para siempre.
(Sl 117)
A los
miembros de la Sagrada Familia de Burdeos
200 años
de la Fundación
Queridos hermanos y hermanas,
Me dirijo a vosotros cuando
estamos viviendo una situación inédita, imprevista, dramática y global, provocada
por la pandemia del COVID -19. En este contexto, que jamás hubiésemos
imaginado, nos estamos acercando al Domingo de la Trinidad, en que celebramos
200 años de la Fundación.
Estamos viviendo “la ley común”
como el Fundador nos propuso, al compartir con toda la Humanidad, la
vulnerabilidad, el dolor y la incertidumbre del presente y ante el futuro.
Nuestra civilización ya estaba en
crisis y la pandemia, de golpe, nos ha obligado a tomar conciencia de manera radical
que no somos tan “omnipotentes” como pensábamos, que no controlamos la vida,
que vivimos apoyados en falsas seguridades…
Esta pandemia ha puesto en
evidencia otras pandemias más antiguas y letales que continúan generando muerte,
pero que nos dejan indiferentes porque hasta ahora, no las consideramos una
amenaza para nosotros.
Estamos perplejos. No tenemos
respuestas. Necesitaremos tomar más distancia de la experiencia para releerla,
sacar sabias enseñanzas y decidir hacia dónde queremos caminar como humanidad
para poner en marcha una “normalidad” que no se parezca a la anterior.
Al inicio de la Fundación, la
realidad también era confusa y desafiante por otras causas. No obstante, nada
de esto paralizó al Fundador y a los primeros miembros, a la hora de vivir y proponer
el Carisma recibido. Al contrario, estaban convencidos de que era la respuesta
innovadora y creativa de Dios a las necesidades de la sociedad de aquel tiempo.
Ojalá nosotros no nos dejemos
amedrentar ante los desafíos de nuestro tiempo. Ahora es “el tiempo favorable”
para vivir con profundidad y responsabilidad nuestro Carisma-Misión.
Durante tres años nos hemos
preparado para la celebración del Bicentenario, recorriendo un camino de
conversión.
Comenzamos el proceso haciendo
memoria de nuestros orígenes. Hacer “memoria” no es recordar con nostalgia un
pasado cada vez más distante sino actualizar el significado que este
acontecimiento histórico de la Fundación, tiene ahora para nosotros. El
papa Francisco dice: “Es preciso valorizar la historia para construir un futuro
que tenga bases sólidas, que tenga raíces y por ello pueda ser fecundo. Apelar
a la memoria no quiere decir anclarse en la autoconservación, sino señalar la
vida y la vitalidad de un recorrido en continuo desarrollo. La memoria no es
estática, es dinámica. Por su naturaleza, implica movimiento”. [1]
¡Qué diferente es nuestro
contexto socio-político-religioso de aquel en que nació la Sagrada Familia hace
200 años! Estamos viviendo otra época con
cambios profundos, imparables, vertiginosos, cuyas consecuencias, agravadas y
aceleradas por el Covid -19, no podemos ni imaginar.
Cuando la realidad cambia, las
respuestas también tienen que cambiar para mantener la vitalidad del grupo según
su razón de ser y responder a las necesidades y desafíos de la Misión en cada
época. Estos cambios, generalmente difíciles y lentos, pueden generar
inseguridad, miedo, incertidumbre, etc.
pero ayudan a discernir lo esencial y a relativizar aspectos secundarios.
Cada generación tiene la responsabilidad
de releer, desde su contexto cultural, el Carisma que ha recibido y recrearlo
para que continúe siendo fuente de sentido para las generaciones futuras.
Nuestra generación está viviendo el
proceso de renovación/revitalización del Carisma, sin banalizar el legado
espiritual recibido para no perder la propia identidad carismática, por un
lado, y por otro, lo hacemos escuchando y discerniendo, desde la fe, las llamadas
urgentes de esta época. Lo que no se renueva se
muere.
¡Qué diferente es el rostro que
tiene la Sagrada Familia actualmente! Somos
“un cuerpo” más multicultural, multi-étnico, multi-lingüístico, más
internacional... Nuestra mentalidad, nuestra cosmovisión del mundo, la manera
de relacionarnos entre nosotros y con la Creación, nuestra imagen de Dios… es
muy diferente de la que tuvieron las generaciones que nos han precedido.
No somos ni mejores ni peores que
ellos y nuestro tiempo no es mejor ni peor que el suyo. Es diferente, más
complejo seguramente pero todo tiempo es tiempo de Dios. Tiempo de Salvación. Cada
época tiene sus valores y contravalores, sus oportunidades y riesgos. Cada generación,
tiene que afrontar desafíos
específicos y responderlos, dejándose conducir por el Espíritu que siempre
susurra caminos de conversión para responder con mayor fidelidad. Esto es
crucial.
Que la memoria de nuestra pequeña
historia, dentro de la gran Historia del Universo, sea una memoria viva,
actualizada y nueva que nos impulse a continuar viviendo nuestra razón de ser y
a abrir en el presente, nuevos caminos para la Misión de Dios en el mundo, según
nuestro Carisma.
La segunda etapa del proceso de
preparación al Bicentenario ha sido profundizar nuestro Carisma.
Reapropiarnos del don recibido como Familia.
No podemos comprender el Carisma
recibido, a través de Pedro Bienvenido Noailles, sin ir a su experiencia
fundante, la contemplación del Misterio de la Sagrada Familia: Jesús, María y
José que, en todas las circunstancias de su vida, “aman, buscan y desean a
Solo Dios en todas las cosas”. Es “el espíritu de Solo Dios”.
Para sintonizar profundamente con
la experiencia espiritual del Fundador, tenemos que dejarnos conducir por el
camino de la Palabra de Dios que él nos dejó en la introducción a las Reglas
generales de 1844 y 1851 y en la Peregrinación de la Sagrada Familia[2].
Esta Palabra de Dios se ofrece a
todos los miembros de la Familia para que, a través de la
oración-contemplación, la “lectio divina”, el compartir y celebrar, podamos
experimentar – como dice el Fundador – su “encanto” y “unción” y
caminar hacia la “identificación con la Sagrada Familia para vivir de su vida y
animarnos de su espíritu con celo y desasimiento – es decir, con amor sin
límites”[3]
La manera de comprender, vivir y
expresar hoy el “espíritu de Solo Dios” ha evolucionado y tiene que continuar evolucionando
si queremos que sea “energía e impulso para la Misión”[4].
Las reflexiones y Retiros inter-vocacionales y comunitarios, iluminados por los
temas que nos ofreció el “Equipo de Espiritualidad”, han sido un instrumento que,
en clima de oración-contemplación y compartir, han abierto nuestra mente y
corazón, para vivir y expresar, algunas dimensiones evangélicas inherentes a nuestro
Carisma, de un modo diferente.[5]
La
Eucaristía, es para nosotros un signo de la Presencia real de Jesús que nos
bendice, “que une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El
mundo que salió de las manos de Dios vuelve a Él en feliz y plena adoración… es
también fuente de luz y de motivación para nuestras preocupaciones por el
ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado”.[6]
Cuanto más profunda sea nuestra
identificación con el Carisma y cuanto más arraigados estemos en él, mayor será
nuestro impacto en el mundo actual pues la misión nos es dada a través del
Carisma.
El Consejo de la Familia de 2019
nos propone vivir todas las dimensiones que conlleva ser una “familia
carismática” y a ser miembros por entero de la
misma. Los tres compromisos que hemos asumido, orientarán nuestros proyectos y acciones
comunes en los próximos años.
Celebrar
Celebramos la historia de Dios
con nosotros en estos 200 años. No hemos caminado solos.
El Domingo de la Trinidad no es simplemente
recordar una fecha, sino reavivar el espíritu de los orígenes y comprometernos
con la razón de ser del Carisma en el mundo actual para ofrecer razones de vida
y esperanza.
Es una celebración de acción de
gracias y de compromiso con los valores evangélicos, tras las huellas de Jesús,
María y José como nos propuso el Fundador.
Es celebración humilde y
agradecida de todo lo que forma parte de nuestra historia, sin negar nada. Todo
son eslabones que la unen y dan sentido.
Es vivir conscientemente la
consigna que inspiró nuestra preparación al Bicentenario: “Vivamos la
comunión. Celebremos la Familia”
Hacia el 3er. Centenario
“Seguid adelante”
compartiendo con la Humanidad los mismos riesgos y peligros del viaje, nos
dirían nuevamente el Fundador y los miembros de la Familia que nos han
precedido.
El mundo después de esta pandemia
no volverá a ser igual. Estamos ante un desafío real e inevitable. Tendremos
que renunciar a la creencia de que la seguridad que nos viene de la “normalidad
y el control” y experimentar que la verdadera seguridad solo puede venir de
Dios, del cuidado mutuo y de la Creación.
El cambio vendrá por la
“transformación de la conciencia” personal y colectiva pautada por un nuevo
paradigma. No habrá cambio sin cambiarse. Es un movimiento simultaneo. ¿Estamos
dispuestos a dar el paso decisivo del conocimiento teórico a la práctica de que
somos interdependientes, interconectados… que somos UNO con Dios y con la
Creación?
Que la mirada realista de las
dificultades futuras que tendremos que enfrentar, no nos roben la esperanza. Que,
con audacia apostólica y mirada profética, nos dejemos guiar por el Espíritu
que siempre nos inspirará proyectos que respondan a las necesidades de los
pobres y excluidos de la humanidad y al compromiso con el cuidado del planeta.
Caminemos en comunión con la
Iglesia como hizo el Fundador. Secundemos y apliquemos el Magisterio del papa
Francisco, atentos a sus acciones que hablan más alto que sus palabras.
Caminemos en comunión entre
nosotros, respetando y apreciando nuestra diversidad vocacional. El sentido más
fuerte de nuestra pertenencia la encontraremos siempre en el Carisma y en el
Misión compartida.
No sabemos lo que nos deparará el
3er. siglo que estamos iniciando. Con confianza, lo abandonamos en las manos del
Dios de la Promesa. Iremos por caminos que no conocemos de antemano, pero seguimos
adelante con la certeza de que no caminamos solos porque Dios se manifiesta y
está presente en los procesos de la Historia humana y de nuestra pequeña
historia Sagrada Familia.
“Nuestra Señora de
Todas las Gracias,
te pedimos que
intercedas por nosotros y
nos ayudes a
abrirnos al Espíritu de tu Hijo
y podamos ser
instrumentos
para congregar a
todos en un sola Familia. Amén”
Ana María
ALCALDE
Presidente
del Consejo de la Familia
Roma, 28 de mayo de 2020
[1] Papa
Francisco, Discurso a la Curia Romana, 21 diciembre 2019
[2] Los
comentarios que encontramos en la Peregrinación, hay que comprenderlos teniendo
en cuenta la Teología y la Espiritualidad de la época.
[3]
Marie-Paule CHAUVIN, “Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero”-
abril 2008 y
M. Jesús
AMUNDARAIN, “Punto de Encuentro 6”- septiembre 2019. pág. 35-51
[4]
“Compromiso Colectivo”- Capítulo General del Instituto, 2014
[5]
Materiales del Equipo de Espiritualidad del Instituto
[6] Papa Francisco - Carta Encíclica Laudato
Sì, 236