3 de enero de 2023

BENEDICTO XVI, UN PAPA TEÓLOGO, HONRADO Y BUENO.

Por
No me resulta fácil presentar a vuela pluma una breve semblanza de
Benedicto XVI porque él ha sido un Papa atípico y porque personalmente no
he sintonizado mucho con su teología.
Un Papa teólogo profesional en medio de Papas no teólogos.
Ninguno de sus predecesores más recientes en el pontificado fue un teólogo
profesional.
Pío XII (1876-1958) era un intelectual que hizo avanzar la reflexión bíblica,
eclesiológica y litúrgica, pero no fue teólogo de profesión, no comprendió la
Nouvelle théologie y depuso de su cátedra a varios teólogos franceses que
luego serían grandes teólogos del Vaticano II.
Juan XXIII (1881-1963) fue profeta y místico que movido por el Espíritu
revolucionó la Iglesia con la convocatoria del Vaticano II. Pero tampoco fue un
teólogo profesional.
Pablo VI (1897-1978), buen conocedor de la teología fue ante todo un hombre
de Iglesia que llevó adelante el Vaticano II, promovió el diálogo eclesial y el
anuncio del evangelio, pero al final de su vida se asustó ante la polarización
eclesial postconciliar.
Juan Pablo II (1920-2005), luego del breve pontificado de Juan Pablo I, fue un
gran actor social y pastoral que llevó la Iglesia al 2º milenio, pero no era un
teólogo profesional y quizás por esto mismo buscaría la colaboración de
Ratzinger.
Obviamente, a la muerte de Juan Pablo II, Ratzinger fue elegido Papa, el 19
de abril de 2005 y asumió el nombre de Benedicto XVI.
Las vicisitudes teológicas de Ratzinger
Josef Ratzinger, nacido en 1927 en Baviera, Alemania, fue un teólogo
profesional que participó en el Vaticano II como joven perito teólogo del
arzobispo de Colonia. Sus primeros escritos, como El nuevo pueblo de Dios,
muestran un talante abierto y renovador. Pero seguramente el impacto de
mayo del 68, del que sufrió las consecuencias siendo profesor en Tübingen y
las tensiones del posconcilio le afectaron mucho y se trasladó a Regensburg.
Desde entonces su teología se volvió tímida y conservadora.
En 1977 fue nombrado arzobispo de Munich por Pablo VI y en 1982 Juan
Pablo II nombró Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe.

Como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe Ratzinger mostró su
reticencia, no al Vaticano II, pero sí a las interpretaciones que se hacían del
Concilio y acentuó más la continuidad con la tradición que la novedad del
Vaticano II. Sus Documentos como Prefecto de la Doctrina de la fe son muy
restrictivos respecto a las Iglesias locales y a las conferencias episcopales,
critica el feminismo, las innovaciones litúrgicas, la exégesis histórico-crítica y
el diálogo inter-religioso. En 1984 promulgó una Instrucción de la
Congregación de la Doctrina de la fe muy dura contra la teología de la
liberación, compendio de todos los errores. Son los años duros del invierno
eclesial y de la sequía eclesial, con más de un centenar de teólogos
amonestados y censurados. El influjo teológico de Ratzinger en el pontificado
de Juan Pablo II fue tan grande que cuesta distinguir la música de Juan Pablo
II de la letra de Ratzinger.
¿Una conversión teológica?
Una vez elegido Papa, sin tener el carisma popular de Juan Pablo II, cambió
su estilo teológico y cuando se temía a un Papa inquisidor, su primera
encíclica no fue una crítica del relativismo, sino una defensa del amor de Dios,
“Dios es amor” (2005) y en su primer párrafo formuló genialmente, con gran
profundidad y sencillez, la esencia del cristianismo:
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino
por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo
horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
Dos años más tarde, en la Conferencia Episcopal Latinoamericana de
Aparecida (2007), Benedicto XVI afirmó que la opción por los pobres forma
parte de nuestra fe cristológica. Y en otra ocasión advirtió que vamos hacia
una Iglesia pequeña y pobre, de cristianos convencidos, muy lejos del
triunfalismo de la Iglesia de cristiandad.
Como Papa escribió tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret y al final del II
volumen comparó la situación eclesial actual con la tempestad de los
discípulos en el lago de Genesaret.
Un gesto de honradez y humildad
Inesperadamente, el 11 de febrero de 2013 Benedicto presentó su renuncia al
pontificado por motivos físicos de salud, un hecho profético, de gran humildad
y honradez, inusitado desde Celestino V en 1294.
Pero podemos preguntarnos si este gesto de renuncia se debe solo a su
estado de salud o bien representa una mezcla de decepción, impotencia y

fracaso de su teología y su pastoral, ante los grandes cambios de la sociedad
y la Iglesia. La barca de la Iglesia se tambalea en medio de la tempestad.
Retirado en el monasterio contemplativo Mater Ecclesiae dentro del Vaticano,
ha pasado sus últimos años en una vida ejemplar de silencio y oración y
aunque seguramente muchas actuaciones de Francisco le sorprendieron, no
ha querido nunca liderar a los opositores del Papa, ya que como repetía “Solo
hay un Papa, que es Francisco”.
Su muerte culmina una vida teologal honrada y buena, de fe profunda en el
Señor y de amor intenso a la Iglesia. Quizás su dimisión será lo que más se
recordará de la historia de su pontificado.
Que descanse en paz y pueda escuchar aquellas palabras “Ven siervo bueno
y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.

Víctor Codina sj.

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