El Papa Francisco ha escrito una
breve, sencilla pero profunda Carta apostólica (Admirabile signum) sobre el belén y la ha firmado en Greccio donde
Francisco de Asís organizó el primer pesebre.
Así como se arman pesebres en las
familias, en los templos y en algunos lugares de la ciudad, también podemos
construir un pesebre a nivel mundial: ¿dónde nace realmente hoy Jesús?
Las familias, con sus niños, hacen el
pesebre, con montañas de corcho, musgo,
la cueva con la Sagrada Familia y la estrella de Belén. Luego se reúnen,
comparten comida o cena, brindan, se
abrazan, olvidan las heridas del pasado, se abuenan.
Las ciudades modernas encienden las
luces y en los comercios se escuchan villancicos para fomentar el consumo
navideño. Por todas partes se ven árboles adornados, Papa Noel toca la campana y trineos avanzan por la nieve. En los templos resuenan Fum,fum,fum, Campana sobre campana, Heilige Nacht, La nuit de Noël est venue, Adeste
fideles, Singing bells…
Pero es en la Amazonía, donde este año
podemos ver un pesebre diferente. No hay cueva, ni árboles, ni luces, ni Papa
Noel en trineo. La selva amazónica ha ardido en incendios durante semanas
largas, las compañías madereras han talado los bosques, las empresas petroleras
y hidroeléctricas no alumbran las comunidades amazónicas. Todo está devastado,
herido, desertificado, el territorio está en riesgo, con las venas abiertas,
sus líderes amenazados de muerte.
Y en medio de esta bella y convulsa
Amazonía, este año nace Jesús: María con su cara adornada con trazos de pintura
roja, José con un gorro de plumas, el Niño, con rostro amazónico, abre sus
brazos, sonriente. No hay pastores ni rebaños, aunque algunos indígenas a lo mejor le llevan al
Niño monitos recién cazados y algunos pescaditos del río contaminado. Tampoco
llegan los Reyes magos, perdidos en medio de la selva, sin canoas para
atravesar los ríos con sus camellos.
María y José están preocupados por el futuro de su hijo.
¿Tendrá Jesús mercurio en la sangre, como otros niños de lugares
mineros?¿Tendrá que emigrar la familia
para sobrevivir, para “vivir bien”, en armonía con la comunidad, con la
naturaleza y con Dios?
Lo que brillan son las estrellas, la
noche se vuelve misteriosamente luminosa, hay ángeles que cantan y anuncian que
este Niño nacido en la Amazonía es el Salvador del mundo, fuente de vida, de
amor y de ternura, fuente de alegría y de sentido para la humanidad, para la tierra y para toda la creación. Dios
se ha encarnado para hacernos participar de su vida; es el Dios con nosotros,
no estamos solos ni abandonados en medio del mundo.
Y toda la bondad
que existe en el mundo, lo que da el sentido último a las celebraciones
navideñas del mundo moderno, lo que explica esta especie de misteriosa ternura
que nos nace del corazón por estas
fechas, brota de este Niño con rostro amazónico, nacido en medio de los indígenas, de los
descartados, de la periferia de la humanidad. Sin este Niño, el mundo no
tendría consistencia, ni la vida sentido pleno.
Más aún, la violencia, el odio, la codicia, el
consumismo materialista del actual
sistema asesino, ni la indiferencia agnóstica
de nuestro mundo occidental, pueden extinguir esta pequeña luz que brota
esta Navidad de la Amazonía.
Contemplemos agradecidos y en silencio
la belleza de este pesebre amazónico y preguntémonos si seremos capaces de
defender la Amazonía y toda nuestra casa común para las nuevas generaciones.
(Víctor Codina sj.)