Os dejamos una reflexión de Victor Codina sobre el papel de Poncio Pilato en el credo:
No deja de ser
sorprendente que tanto en el credo corto (el llamado credo apostólico) como en
el credo largo (el credo niceno-constantinopolitano) que profesamos en la
eucaristía dominical, se cite a Poncio Pilato, bajo cuyo poder Jesús padeció,
fue crucificado, muerto y sepultado. Resulta extraño e incluso escandaloso que
junto al Padre, a su Hijo Jesucristo encarnado en María virgen y junto al Espíritu
Santo, se mencione a Poncio Pilato.
Pilato, gobernador de
Judea (26-36) fue un hombre a la vez débil ante las presiones populares y prepotente, cruel, arbitrario y despiadado, “el romano imperialista, puñetero y desalmado”
como canta la Misa Nicaragüese… Aunque
reconoció la inocencia de Jesús acusado por la envidia de los sacerdotes, no lo
liberó para no caer en desgracia del Cesar Tiberio: “si lo dejas en libertad no
eres amigo del Cesar” (Jn 29,12). Él quería hacer carrera ante Roma, por esto se
lavó cobardemente las manos (Mt 27, 24) y mandó crucificar a Jesús. Años más tarde Pilato fue destituido de su cargo por sus brutales actuaciones y desterrado a las
Galias. ¿Cómo se explica, pues, esta extraña intromisión de Pilato en el credo?
Cuando la Iglesia primitiva introdujo a Pilato en el credo no actuó irresponsablemente sino con gran
sabiduría. La referencia a Pilato sitúa a Jesús en la historia humana, en el
tiempo: bajo el Imperio romano y en Judea, donde Poncio Pilato era gobernador.
Jesús, y por tanto la fe cristiana centrada en Jesús el Hijo del Padre
encarnado en Maria, no es una invención, un sueño, una ideología o un hermoso
mito para consolar nuestra angustia vital. Jesús es un acontecimiento
ciertamente extraordinario, novedoso y misterioso, pero histórico, forma parte
de la historia de salvación, forma parte de nuestra historia humana.
Y es una gran noticia
que el que padeció, fue crucificado y sepultado bajo el poder Poncio Pilato, haya
resucitado y esté sentado junto al Padre. El que resucitó fue el mismo Jesús de
Nazaret que pasó por el mundo haciendo el bien y liberando a las víctimas de la
opresión (Hch 10,38).
Esta es la dimensión
histórica de la fe que subyace en el credo al citar a Poncio Pilato, la que
fundamenta que los cristianos sigamos a Jesús
en el mundo y el tiempo de hoy,
discernamos los signos de los tiempos y anunciemos al mundo de hoy la alegría del
evangelio. Y es una llamada a no lavarnos las manos ante los problemas reales de
nuestro tiempo, a no anteponer nuestros intereses egoístas a la defensa de la
verdad y de la justicia, ni a no contentarnos con preguntar escépticos, como
Pilato “¿Y qué es la verdad?” (Jn 18,38). Porque la verdad es ponerse al lado
de los que sufren, al lado de los pobres y oprimidos, como hizo Jesús: Él es la
verdad (Jn 14,14). El lavarse las manos
como Pilato acaba produciendo víctimas…
La presencia de Pilato
en el credo no solo enraíza a Jesús en la historia sino que se convierte en un
aviso, en el negativo de cómo no debemos actuar en la vida: no podemos actuar
como Pilato. Todo esto lo podemos tener presente cuando al recitar el credo,
tanto el corto como el largo, digamos
que Jesús “padeció bajo el poder de Poncio Pilato”….
Víctor Codina