30 de enero de 2014

“La alegría del evangelio”: un documento diferente

Por
15 enero 2014
Victor Codina

 A fines de noviembre el Papa Francisco publicó su Exhortación apostólica sobre el anuncio del evangelio (Evangelii gaudium) en la que recoge los aportes del Sínodo de Obispos de octubre de 2012 sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana hoy. Pero además de recoger la riqueza del Sínodo, Francisco expresa su preocupación personal por la obra evangelizadora de la Iglesia.
En este sentido esta Exhortación refleja el pensamiento y la hoja de ruta del nuevo obispo de Roma. Lo que hasta ahora él había expresado de forma dispersa en gestos y palabras (oler a oveja, salir a la calle, ir a las fronteras, Iglesia como hospital de campaña…) ahora encuentra su justificación y formulación pastoral. Esta Exhortación  quiere dar algunas orientaciones para la reforma de la Iglesia.
Es imposible en pocas líneas resumir toda la riqueza de sus 288 números, 140 páginas en versión digital. Por ello nos limitaremos a señalar tres aspectos que nos parecen fundamentales y novedosos de esta Exhortación papal.
1-Desde el comienzo de este documento y a lo largo de todo él, aflora un sentimiento vivo de la alegría del evangelio que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, en contraste con el riesgo de tristeza individualista, búsqueda de placeres superficiales y el aislamiento del mundo actual. De acuerdo con el título del documento, el evangelio es fuente de alegría y de vida, un gozo que brota del corazón de Cristo resucitado. Esta alegría es la que impulsa a los cristianos a evangelizar, a anunciar la buena y siempre nueva noticia de la salvación y del amor de Cristo. Por esto los cristianos  no deben tener cara de funeral ni de cuaresma sin Pascua, sino irradiar al mundo la alegría de Cristo.
2-Esta alegría no es ingenua, pues reconoce  los graves desafíos de hoy: una economía que mata y que exige por tanto del cristiano una postura de denuncia profética: no a la economía de exclusión, no a la nueva idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de servir. Eso implica positivamente acentuar la dimensión social  de la evangelización y el compromiso de la Iglesia con los pobres y los excluidos de la sociedad, de modo que la Iglesia sea una Iglesia pobre y de los pobres, que escuche su clamor y trabaje por su inclusión social.
3-Todo esto supone un gran cambio en la Iglesia, una renovación, una pastoral en conversión, una Iglesia en estado de misión, que no se aferre a cosas que ya no tienen sentido hoy, que supere el pesimismo estéril, la mundanidad espiritual y las guerras y divisiones internas, que abandone el clericalismo que no es cristiano, y en cambio revalorice a los laicos y a la mujer, en unas relaciones nuevas entre todos los cristianos que nacen del Señor.
Pero más allá de estas afirmaciones concretas, la Exhortación está corroborando y dibujando el nuevo estilo y modelo de Iglesia que promueve Francisco: de una Iglesia poderosa, distante, fría, acartonada, miedosa, reaccionaria, de la cual la gente se aleja y se  va… a una Iglesia pobre, sencilla, cercana, acogedora, sincera, realista, que promueve la cultura del encuentro; de una Iglesia moralista  obsesionada por el aborto, el control de natalidad y el matrimonio homosexual… a una Iglesia que va a lo esencial, recupera el evangelio, anuncia la gran buena noticia de la salvación en Cristo; de una Iglesia centrada en el pecado y que ha hecho una tortura del sacramento de la confesión y una aduana de la petición de sacramentos… a una Iglesia de la misericordia de Dios, de la ternura, de la compasión, con entrañas maternales, que refleje la misericordia del Padre; de una Iglesia centrada en ella misma, autorreferencial, preocupada por el proselitismo… a una Iglesia de los pobres, preocupada ante todo del dolor y del sufrimiento humano, de la guerra, del hambre, del paro juvenil, de los ancianos; de una Iglesia encerrada en sí misma, reliquia del pasado, con tendencia a mirarse el ombligo, con sabor a invernadero, que espera que vengan los otros… a una Iglesia que sale a la calle, callejea la fe, va a los márgenes sociales y existenciales, a las fronteras; de una Iglesia que  discrimina a los que piensan diferente, a los diversos… a una Iglesia que respeta a los que siguen su propia conciencia; de una Iglesia con tendencia restauracionista y de vuelta atrás que añora el pasado… a una Iglesia que considera que el Vaticano II es irreversible; de una Iglesia con pastores encerrados en sus parroquias, clérigos de despacho, que buscan hacer carrera, que acaban siendo coleccionistas de antigüedades, obispos siempre en aeropuertos… a pastores que huelan a oveja, que caminen delante, detrás y en medio del pueblo; de una Iglesia ONG piadosa, clerical, machista, monolítica, narcisista… a una Iglesia Casa y Pueblo de Dios, hogar, que respete la diversidad, donde jueguen un papel relevante los laicos, las mujeres, las familias; de una Iglesia envejecida, triste, con gente con cara de cadáver o sonrisas de azafata… a una Iglesia joven y alegre, levadura y fermento en la sociedad, con la alegría y la libertad del Espíritu, donde los jóvenes sean protagonistas.
¿No es alegre el evangelio y este nuevo estilo de Iglesia que se refleja en este documento de Francisco?

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