24 de diciembre de 2013

Navidad, esperanza activa de paz y justicia

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Al menos desde el siglo IV las comunidades cristianas celebran, cerca del solsticio de invierno, en la fecha del 25 de diciembre, el nacimiento histórico de Jesús. Con alegría, contemplan y agradecen la “encarnación”, es decir que Dios se hace hombre, asume la condición humana y muestra su compasión por ella. Es una fiesta de esperanza activa que moviliza a construir la paz y la justicia.
Jesús aparece en esta fiesta como “el Sol de Justicia” del que habla el profeta Malaquías. Y los llamados “evangelios de la infancia”, primeros capítulos de Mateo y Lucas, ponen el acento en las raíces subversivas de Belén: justicia, fraternidad, libertad y paz.

En medio de la situación de continuada emergencia social en que vivimos, un grupo de personas cristianas de base nos hemos reunido para dar razón de nuestra esperanza. Nos gusta recordar algo que dijo el escritor, político disidente, y más tarde primer presidente de la República Checa Vaclav Havel: “La esperanza no es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que todo tiene sentido, independientemente de cómo salga” Y así nos unimos con esperanza activa a quienes, de manera individual y comunitaria, se esfuerzan por alentar la esperanza de los pobres, se niegan a pactar con la actual realidad tal como nos es dada, y ejercitan, con paciencia y tenacidad, una imaginación creadora para cambiarla.

En un momento de enormes dificultades económicas, sociales y políticas nos sentimos a veces asaltados por el desánimo, la impotencia y la desesperanza, que no pocas veces desembocan en una actitud de enorme pasividad. Pero la difícil situación no va a cambiar por sí sola. Nada cambiará si no es fruto de un esfuerzo personal y colectivo. Somos creyentes convencidos de que ese modo de estar en la vida tiene su modelo más acabado en el estilo de vida de Jesús de Nazaret, que vino a servir y revolucionó la Historia al abrir los horizontes de una Nueva Humanidad.

Hoy la lucha por la Paz y la Justicia implica un esfuerzo denodado por combatir las desigualdades económicas, el hambre, la pobreza extrema, la desnutrición, las guerras, el analfabetismo y la insalubridad en tres cuartas partes de la Tierra. Entre nosotros, implica defender el derecho al trabajo, a vivienda digna, a pensiones decentes, a servicios públicos de salud y educación de calidad, gratuitos y accesibles. También favorecer la paz y la reconciliación, reconociendo con medidas prácticas el sufrimiento de las víctimas, atendiendo a los derechos humanos, y poniendo en marcha un diálogo inclusivo. En esta situación de emergencia social urgimos a todos los grupos políticos, sindicales y sociales que creen en esos derechos, valores y tareas, a dejar a un lado sus diferencias para alcanzar acuerdos básicos en favor de las personas y del bien común. Unimos nuestras voces y nuestras energías a las organizaciones que trabajan por la paz y la justicia, porque esa es una buena manera de celebrar la Navidad, es decir, el nacimiento de una Humanidad Nueva.

Esta nueva humanidad querida por Jesús requiere un cambio en nuestro estilo de vida. Pequeños gestos abren una puerta a otro mundo posible. Citemos algunos: esforzarnos por estar bien informados de la realidad y por encontrar y poner rostro a quienes sufren; estudiar las consecuencias de nuestras decisiones y de nuestra inacción; educar nuestro deseo para no apegarnos a cosas superfluas; vivir con más austeridad y dar parte de nuestros recursos a los más necesitados, repartir el trabajo disponible; compartir nuestro tiempo con personas solas y enfermas; no comprar productos a empresas que exploten a los trabajadores, empleen mano de obra infantil o no respeten las buenas prácticas ambientales; pensar muy bien a quién damos el voto cuando lleguen las elecciones, hacer objeción fiscal ante los gastos militares, y reaccionar frente al desarrollo del individualismo.

Existen hoy razones para la esperanza. Se nos hace cada vez más difícil soportar la tiranía del dinero y del insaciable poder financiero. Los pobres del mundo ya no aceptan su situación como un accidente de la naturaleza o un designio inexorable. Crecen y se mundializan los movimientos de indignación y resistencia que quieren eliminar el sufrimiento de las víctimas. La llegada del nuevo obispo de Roma, Francisco, hay que verla como un signo de esperanza: con él, la Iglesia empieza a usar un lenguaje sencillo y actual, vuelve a poner en el centro la buena noticia que es Jesús, escucha la voz del pueblo de Dios, y desea implicarse en el servicio de una humanidad fraterna, donde la misericordia y la compasión por las personas estén por encima de leyes y sentimientos de culpa; donde la sed de amor y justicia no quede empañada por ambiciones ajenas al Evangelio.

La fiesta de Navidad renueva nuestra esperanza. Dios se hace humano, sufre al lado del débil, nos interpela y nos llama a mirar el mundo con compasión. “Al que tenga sed y le busque, Él le dará a beber gratis del manantial del agua de la vida”, leemos en el último capítulo del libro que cierra la Biblia. Deseamos compartir esa convicción con quienes, de una forma u otra, celebrarán estos días unas fiestas que traen esperanza de paz y justicia. Eguberri on. Feliz Navidad.

Pamplona, diciembre 2013

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