8 de diciembre de 2012

Retiro de Adviento

Por
SILENCIO, NOVEDAD Y ASOMBRO EN LA HUMILDE FAMILIA DE NAZARET

María Nely Vásquez Pérez, SAFA


Introducción

El adviento irrumpe con fuerza en nuestra vida con una gran inquietud que nace de lo más profundo de nuestro corazón: el deseo de mantenernos vigilantes y atentos a un Dios que siempre nos sorprende y nos desborda con la novedad de su palabra.
El activismo, la rutina, la superficialidad, los ruidos externos e internos, el racionalismo hermético, la desconfianza, los miedos... paralizan nuestra vida y no dejan espacio para el silencio que nos lleva a ir más allá de nosotros mismos y a encontrarnos con el Misterio que nos invade, trasciende y no deja nunca de asombrarnos. El adviento consciente de esta realidad tan nuestra, hecha de deseo, llega como novedad que intenta abrir los oídos del corazón, para dejar un espacio y lugar a lo que es más grande que nosotros.
¿Qué sucede en nuestra vida cuando nos llega un anuncio que nos desborda y no lo esperamos? ¿Qué hacemos cuando no lo podemos entender? ¿Somos capaces de permanecer en el silencio cuando la espera se hace larga y tensa? ¿Dejamos libertad a Dios para que, en su libertad, entre o no entre en nuestros esquemas? ¿Soy capaz de asombrarme ante situaciones que tocan mi corazón y llenan de sentido a mi existencia? ¿Cabe en mi situación actual algún margen para la novedad? ¿Qué novedad? Algunas preguntas que nos permiten darnos algunas pistas por dónde queremos avanzar en este tiempo de adviento.

Dejemos que hablen los protagonistas
En este retiro queremos contemplar a los protagonistas que vivenciaron aquel acontecimiento: José, María, Jesús. Ellos, en medio de la duda, fragilidad y pobreza, fueron capaces de dar un “Sí” confiado y total al proyecto de Dios. En su vulnerabilidad y humanidad, incluso en su duda, podemos vernos reflejados. Dejémonos que ellos nos revelen y contagien las claves de su silencio, novedad, asombro de lo que vieron, sintieron, palparon acerca del Misterio hecho carne.
1. El silencio confiado de José (Mt 1,18-25)
¿Cómo reacciona José ante la sorpresa del embarazo de María? El texto nos dice que su primera reacción fue repudiarla en privado pues no quiere difamarla ni hacerle daño: piensa que es mejor resolver las cosas en secreto. Así lo tenía planeado. ¿Qué pasa cuando el ángel del Señor se le aparece en su sueños y le dice que todo esto que está pasando es obra del proyecto salvífico de Dios? Mas aún, “cuando José despertó hizo lo que el ángel del Señor le había mandado”. En el caso de este anuncio, no hay diálogo con el ángel. No hay argumentos para convencer, ni objeciones con qué replicar. Sólo hay silencio de Dios y silencio en José. El silencio frágil de José ha entrado en un Silencio grande y fiel de Dios. Lo ha hecho sin palabras. El silencio de Dios habita en el ser de José y por eso es capaz de dar una respuesta confiada.
La confianza de José es una confianza callada; son sus gestos y actitudes los que hablan, las palabras sobran. Ahora decide acoger a María como su esposa porque su misión es colaborar con el proyecto de Dios, desde el silencio y sin protagonismos. Actitud poco habitual en nuestra época. José nos enseña que una obediencia confiada es mucho más que una mil argumentos y razonamientos que buscamos para salir con nuestros planes y proyectos.

* ¿Qué silencios me pueden ayudar en este adviento para dar una respuesta confiada y fiel al Señor que me está cambiando los planes?
* ¿Cómo cuidar el silencio, la soledad que me abre a Dios de una manera diferente?
* ¿Qué realidades estoy viviendo que me mueven a reaccionar como José, en una obediencia callada y confiada?

2. La novedad del anuncio suscita una respuesta: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38)
De todas las muchachas de Nazaret, Dios se dirigió de un modo particular a María, una jovencita de catorce años. María no tiene idea del anuncio que Dios le va a pedir: a esa edad lo normal es que Dios deje en libertad para elegir su opción de vida ¿Por qué cuestionamos la singularidad con la que Dios nos trata? ¿Por qué nos empeñamos tanto en sacar a toda fuerza nuestros propios planes y proyectos? ¿Acaso no es capaz de hacer lo que él quiere con nuestras vidas cuando le decimos que queremos hacer su voluntad?
A diferencia de José, que se abandona en silencio al plan de Dios, María pregunta por el significado de las palabras que el ángel le transmite: ¿cómo será todo esto posible? ¿Qué hacemos cuando no entendemos algún mensaje, misión, cambio de plan… que nos llega de sorpresa? La tentación más grande es buscar razonamientos o refugiarnos en nuestros miedos. Sin embargo, María decide entrar en silencio y soledad delante de Dios, soledad ante José, soledad ante su propia gente. Se expone a la sospecha y qué dirán de todos. Tampoco busca la opinión de psicólogos/as, directores espirituales, amigos/as. Ella cree que vaciando su corazón, “Sólo Dios” puede habitarle, sostenerle. En esa soledad habitada, acoge la palabra como novedad, asombro, que suscita en ella una respuesta inmediata: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. El silencio habitado de María le hace pronunciar su propia palabra, una palabra de calidad. De esa soledad brota sorprendentemente una solidaridad eficaz, entrañable, distinta y más honda: “Inmediatamente se puso en camino y fue a visitar a Isabel. Su reacción de asombro lo expresa cantando humildemente el Magnifícat.

* ¿Estoy abierta a que la novedad de la Palabra pueda suscitar en mí un cambio de rumbo en mi vida, una respuesta diferente?
* ¿Dónde busco sostenerme en momentos de desconcierto, duda, vacío?

3. Los pastores se llenaron de asombro al ver al niño acostado en un pesebre (Lc 2,8-20)
Y Dios nos sigue sorprendiendo y desconcertando... La Palabra dirigida a José, María, se hace carne, toma rostro humano, se aproxima a nosotros, suscitando admiración y asombro. Imaginémonos las miradas radiantes de los presentes que rodean el pesebre. Todos contemplan el Misterio lleno de ternura y bondad. La gracia de Jesús irradia belleza y bondad, no hay palabras, hay silencio en la noche de paz, noche de amor. Se oye la brisa del viento y el crepitar de los grillos en la noche silenciosa y oculta. El Misterio habla, todo queda en suspenso, sólo hay contemplación. La noche se ilumina porque nace la vida. Todo está bañado por la gracia y resplandor de luz que brota desde el pesebre donde reposa el niño. La claridad irradia la noche, el Misterio se deja ver, sentir, tocar. En medio de la oscuridad resplandece la vida. Los pastores están llenos de asombro al ver al niño. Sus ojos se mantienen inmóviles ante el misterio. María en silencio guarda todas estas cosas en su corazón (Lc 2,1-19).
La creación está en armonía porque la paz de Dios inunda la tierra. El niño revela la gloria de Dios. No es la gloria de un rey poderoso, ni de un rey fuerte. Es la gloria de un Dios que se hace niño, que revela inocencia, bondad y ternura. La Luz brilla en Jesús y se hace evidente por sí misma. El cielo canta: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres en quiénes él se complace”. Es el gozo de gloria de Dios que acontece en la vida de los hombres y mujeres, suscitando silencio, novedad, asombro.

* ¿Qué es lo que hace luminosa mi vida y qué es lo que la oscurece?
* ¿Soy capaz de creer, asombrarme, que la liberación me llega a través de la fragilidad y vulnerabilidad de un niño?

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