30 de diciembre de 2011

La Fiesta de la Sagrada Familia

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En el Oficio de Lectura de las Horas, leemos en la fiesta de la Sagrada Familia una afortunada alocución del Papa Pablo VI en su visita en 1964 a Nazaret.

Dice el Papa: "Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.
Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencillez humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida. Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las costumbres y las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido. Aquí en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo. ¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!
Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.
Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve. Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.
Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble.
Queremos finalmente saludar desde aquí a todos los trabajadores del mundo y señalarles al gran hermano, al gran modelo divino, al defensor de todas sus causas justas, es decir a Cristo, nuestro Señor."
20. Hemos celebrado la Navidad. José y María tienen un hijo y han constituido una familia. La liturgia nos ha introducido en los treinta años de la vida oculta de Nazaret para proponemos en las tres lecturas bíblicas, una breve teología de la familia. Entremos con respeto en la casa de Nazaret, mitad gruta, mitad casa. No vemos el confort que hace la ilusión de tantos, pero es rica en aquello que todos buscan afanosamente: el amor y la mutua comprensión. No se escuchan voces ásperas, ni se ven caras duras, ni gestos desabridos, ni actitudes de rebeldía. Es una familia unida, modelo de todas las familias.
21.-María faena en las cosas propias de una sencilla mujer de pueblo. Hila y teje, barre y lava, cocina, muele el trigo y amasa el pan de cada día. Adosado a la casita, vemos el cobertizo-taller de José. Aquí, desde que sale el sol hasta que se pone, la sierra y el martillo marcan el ritmo de un trabajo duro, necesario para el sustento de la familia. Trabajo convertido en oración, realizado como expresión de la voluntad de Dios. Jesús niño, y adolescente, sirve a María y ayuda a José. Sus manos se endurecen y su frente se baña en sudor con el trabajo manual. Del taller de Nazaret saldrá para cambiar la faz del mundo, con la predicación del Reino.
22. La familia de Nazaret es pobre, pero es feliz, la más feliz de las familias que han existido sobre la tierra, pero no exenta de dificultades. Tuvo sus problemas y angustias. Bajo la amenaza de muerte dictada por un déspota, tuvo que huir de noche buscando refugio en un país extranjero con los sufrimientos consiguientes, fácilmente imaginables si pensamos en los actuales catorce millones de refugiados esparcidos en todos los puntos cardinales huyendo de persecuciones políticas y religiosas. José lleva una vida de sobresalto: "Coge al Niño y a su madre y vete a Egipto. Herodes quiere matar al Niño". Jesús Niño que ha tenido que huir, va aprendiendo también que será ejecutado en la cruz, como los malhechores. "Nosotros morimos con razón, pero éste ¿qué mal ha hecho?". Y en el evangelio de hoy encontramos a la Sagrada Familia viviendo en Jerusalén uno de los mayores dramas humanos. Jesús, que ha cumplido los doce años, inaugura su adolescencia con un episodio de “ruptura” con la familia. Es la escena de Jesús perdido y hallado en el templo. ¡Qué ansia mortal para sus padres durante aquellos tres días, presagio para María de aquella “espada que le traspasará el alma”. María le dice: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?". “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo había de estar en la casa de mi padre?”.
23. Ellos no le comprendieron. Pero aceptaron. Tampoco nosotros comprendemos, pero razonamos. Tratamos de buscar argumentos para justificar lo que pedimos, lo que deseamos, lo que buscamos. Quisiéramos que las cosas sucedieran como las planeamos nosotros, en cambio, “María conservaba todo esto en su corazón”. Así desde el anuncio del arcángel y el nacimiento del Hijo. Conservarlo, meditarlo, callarlo, absorberse en la contemplación. Lo ha llevado en su seno nueve meses, y le dio el pecho, y su leche se convertía en sangre de Dios. Y ella contemplaba, asombrada, abrumada. Lo estrechaba entre sus brazos y le decía: ¡Pequeñín mío!, pero se quedaba pensativa, y se decía: Es Dios, y la invadía un temor religioso. Dios estaba mudo, sólo reía, sonreía, lloraba. Los ángeles habían hablado y cantado, este terrible Niño, su Niño lindo y amable, no hablaba, callaba. ¡Qué enigma para una Madre que es Madre de Dios! Todas las madres se sienten atraídas por ese trozo de su carne que es su niño, y se sienten como en el exilio ante esta nueva vida, que ha sido hecha con la suya. Pero ningún niño ha sido jamás más rápidamente arrancado a su madre, porque él es Dios, y está por encima de todo lo que Ella puede imaginar. Pero, simultáneamente siente que el Cristo es su hijo, su pequeño, lo mira y piensa: Este Dios es hijo mío, esta carne divina es mi carne, está hecha de mí; tiene mis ojos, y esa forma de su boca es la forma de la mía, se parece a mí. Es Dios y se parece a mí. Tiene a su Dios para ella sola: un Dios crío al que puede coger en brazos y cubrirlo de besos; y que vive, y que da vida. Quisiera lograr la expresión de audaz ternura y timidez con que alarga sus dedos para tocar la dulce pequeña piel de este crío-Dios, cuyo pequeño peso cálido sintió sobre sus rodillas mientras le sonríe.
24 Jesús, José y María, sed el consuelo y la fuerza de todas las familias de la tierra para que sean trasuntos fieles de vuestra Sagrada Familia, renovando el empeño en el comienzo del Año Nuevo, que el Señor nos concede por su gracia. Visitadnos ahora y hacednos fuertes con la gracia de la Eucaristía. Amén.

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