30 de septiembre de 2011

No son matemáticas, es la lucha de clases

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El New York Times informaba sobre el pánico en Wall Street por el descenso en picado de las acciones. El Gobierno depositó fondos en bancos para evitar el desastre, pero hubo una larga recesión. Era el 21 de septiembre de 1873, primera gran crisis del capitalismo. Y luego ha habido tantas…
La crisis actual es más feroz. Pero no era inevitable ni un misterio insondable. “Desde hace 10 años denunciamos las privatizaciones, denunciamos que las leyes europeas aseguraban el descontrol de los movimientos de capital y nos opusimos a la Constitución Europea porque protegía los paraísos fiscales. Llevamos diez años denunciando la especulación y la avaricia”, recuerda Lourdes Lucía, de Attac.
Y no se vislumbra salida. Vamos hacia atrás. ¿Por qué no salimos de esta crisis?
Vicenç Navarro, catedrático de las universidades Pompeu Fabra y Johns Hopkins, recuerda que conocemos la respuesta a la crisis por anteriores recesiones. Más gasto público para que, invertido, cree empleo; más personas tienen empleo, ganan salarios y consumen bienes y servicios. E imprimir más dinero para que empresarios y ciudadanos tengan acceso a créditos, abaratando el coste del dinero, bajando los intereses.
Así se estimula la economía, como recuerda constantemente el Nobel Stiglitz, entre otros, por ejemplo. Pues bien, Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional, denuncia Navarro, imponen lo contrario: austeridad espartana en gasto público, reducir la producción de euros y aumentar ya los intereses bancarios. Aunque la inflación europea sea la más baja desde 1953.
Es un maldito suicidio económico. Pero los neoliberales partidarios de la austeridad a ultranza dicen que hay que recuperar la confianza de los “mercados”. Esos mismos “mercados” que con su actuación codiciosa y especulativa han generado la crisis. De la calaña moral de esos “mercados”, sobre lo que buscan de verdad, da cuenta, por cierto, un estudio del Institute for Policy Studies de Washington. Desvela que los consejeros delegados de las cincuenta mayores empresas de Estados Unidos que despidieron a más gente, más dinero ganaron. Una media de 42% más de ingresos. Y luego esos “mercados” (porque ésos son, entre otros, los “mercados”), para continuar enriqueciéndose impunemente, imponen recortes sociales y planes de ajuste a los gobiernos.
Como el recorte en el que insiste el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez. Retrasar la edad de retiro y reducir las pensiones de los futuros jubilados (que eso significa esa “reforma”) permitirá recuperar la confianza de los mercados, dice, porque despejará las dudas de los inversores internacionales. Los especuladores.
La minoría privilegiada agrede frontalmente a la ciudadanía en esta lucha de clases. Y va ganando. Dicen que el diablo vence cuando convence de que no existe y la minoría privilegiada ganará si convence a la ciudadanía de que lo que pasa no es lucha de clases. Recortar derechos económicos y sociales, reducir pensiones y salarios de las clases trabajadoras más reducir partidas sociales en los presupuestos estatales… es retroceder al primer tercio del siglo XX. Menor protección social, menos derechos, salarios más bajos...
España es buena muestra. Con un desempleo de más del 20%, un 65% de asalariados solo gana unos 1000 euros mensuales con muchos contratos precarios y condiciones laborales leoninas. ¡Mil euros! Cuando alquilar una vivienda decente, por ejemplo, cuesta de 500 a 900 euros mensuales. ¿Cómo vivir con decoro con pocos centenares de euros, tras pagar la vivienda? ¿Y como activar la economía con salarios que no permiten adquirir bienes y servicios?
El Roto pone en clave de humor en una ilustración los ataques de la minoría privilegiada cuando un personaje grita: ¡La economía hace agua! ¡Arrojad a la población al mar!
Frente a la codicia neoliberal la respuesta ha de ser colectiva. Como ya hacen en París, Londres, Roma… Y Grecia, donde en muchos hospitales públicos el personal sanitario invita a los pacientes a no pagar la tarifa de 3 euros impuesta por el gobierno griego, mientras ocupan las oficinas de modo simbólico para bloquear el cobro a los ciudadanos. “Cuando el Estado priva al pueblo de su derecho a la atención sanitaria gratuita, los médicos hemos de responder por nuestro compromiso ético”, dicen desde la Federación de Médicos de Hospital griega. E invitan a los ciudadanos a la desobediencia masiva.
Posiblemente sea la hora de la desobediencia civil.
Artículo de Xavier Caño Tamayo, periodista y escritor

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